-.-.-.-.-.-.-.-Capítulo 5-.-.-.-.-.-.-.-
Este día levanté con pocas ganas de vivir.
Hoy 25 de abril era el día en el que el contrato quedaría sellado…Al igual que mi futura vida…
Hoy es el día en el que mi cumpleaños número veintiuno se convertirá en mi sentencia. Condenándome a pronto casarme con ese ser humano presuntuoso y altivo.
Durante estos días yo y David hemos estado más unidos que nunca. Él ha sido de lo más amable y comprensivo, pero claro, ambos sabíamos que ya no podría haber nada entre nosotros por culpa de mi odiado matrimonio.
Tayler ha tratado de contener su ira y su comportamiento ha mejorado notablemente tanto para con mis padres, como para conmigo.
Mis amigos y yo nos llamamos seguidamente, así que el contacto con ellos también está en orden.
Me duele mucho tener que dejarlo todo para irme a vivir una vida que no tiene ninguna clase de relación con la actual.
Extrañare todo: a mis padres, mi hermano, las paredes mal pintadas, las acogedoras noches de lluvia, las risas…TODO!.
Ahora en cambio tendré que vivir en un lugar lleno de lujos y personas presumidas y mimadas con ropas más caras que mi propia casa.
Definitivamente ese no es mi estilo!!...Yo prefiero los lugares humildes y sencillos… para mi esos son los más acogedores y las personas que los habitan casi siempre son de lo más amables.
Caminé hasta la sala de estar, allí estaban mis amigos y familiares esperando para celebrar la fiesta mientras cantaban la muy conocida canción: “Cumpleaños Feliz”.
Sonreí alegremente y salude a todos y cada uno de los presentes.
Entre ellos estaban mis 3 primos, hijos de mi tía Janet: Dante, Félix y Juan. Dos de ellos, Juan y Dante, ya eran mayores de edad mientras que el menor, Félix, contaba con la tierna edad de 15 años.
Divise en un rincón de la casa un rostro familiar: ….El señor Claytton!!
Me acerqué a él tímidamente y sin comprender exactamente qué estaba haciendo aquí.
-Feliz cumpleaños señorita-me saludó.
Asentí con la cabeza en ademán de gratitud.
-Gracias-murmuré.
-Te traje algo-el señor Claytton sonrió y sacó una pequeña cajita forrada de terciopelo rojo del bolsillo de su costoso traje.
Ahogue un grito y cubrí mi boca con ambas manos para que mi chillido no traspasara las paredes.
-N-no tuvo que haberse molestado-tartamudeé.
La sonrisa del señor Claytton aumentó y sus ojos brillaban de felicidad.