-.-.-.-.-.-.-Capítulo 35-.-.-.-.-.-.-
-Despierta, mi amor...-susurró Daniel, encima de mí-…Abre tus hermosos ojos, pequeña…
Sonreí con los párpados cerrados. Que el rubio me susurrase eso provocaba un millón de remolinos en mi interior.
Intenté obedecerle, pero mis ojos se cerraban involuntariamente. Me pesaban como plomo y me era imposible abrirlos.
-Amy…-murmuró con voz ronca-…Levántate, ya es tarde…
Suspiré pesadamente y me levanté con lentitud.
Paro al instante volví a caerme, solo que, esta vez, Daniel alcanzó a atraparme y no dejo que volviera a recostarme en la cama.
El chico rodó los ojos y bufó cuando yo me acomodé en su pecho, lo abrace para no resbalarme y me volví a dormir.
La respiración pausada de Daniel hacía que todos mis sentidos se adormecieran al instante, así que la idea de despertarme, cuando podía escuchar perfectamente el rítmico sonido de su corazón y sentir como su pecho subía y bajaba cuando tomaba aire y lo expulsaba, era una muy mala idea.
-Amy…-resopló sacudiéndome-…¡Venga ya! Pareces una niña malcriada.
-Tengo sueño-protesté en un murmullo, que ni yo misma llegué a escuchar.
Daniel movió sus piernas con impaciencia.
Se detuvo, de pronto, y sonrió con malicia.
Acomodó un mechón de pelo tras mi oreja y su rostro comenzó a vagar por mi cuello.
De rato en rato, el rubio, me rozaba con sus labios para provocarme cosquillas, pero luego empezó a recorrer ese sector con su lengua y, por consiguiente, empezar a besarlo de forma lenta y tortuosa.
Rodeé su cintura con mis piernas y lo abracé, poniendo las palmas de mis manos en su espalda (con cierta fuerza), para que el chico no dejara de hacer lo que estaba haciendo.
Me sentía entre nubes cuando Daniel, sus labios y su lengua estaban en mi cuello.
El sentimiento era agradable, hasta incluso más que eso.
Daniel me cogió de la cintura, para que dejara de moverme tanto, y comenzó un recorrido hasta mi boca, dejando cortos besitos en el camino.
Antes de llegar, posicionó su frente delante de la mía, chocando, así, tanto nuestras narices como frentes.
-¡Ahora ya estás despierta!-sentenció con una sonrisa arrogante y egocéntrica.
-¡Has hecho trampa!-fruncí el ceño.
-Sí, eso ya lo sé…-afirmó con arrogancia y deslizó su mano por mi cintura-… ¿Qué te parece si vamos a darnos una ducha?
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