-.-.-.-.-Capítulo 29-.-.-.-.-.-
La decisión ya estaba tomada.
Sabía que, en mi interior, solo quería a uno de los dos.
Ambos eran tan tiernos…Tan…¡únicos!...No se podía tomar una determinación en tales circunstancias. Ellos, por más que lo negase, siempre tendrían una parte especial en mi corazón.
Pero tenía que decidirme ya. El tiempo se acababa y si no me apresuraba los perdería a ambos.
Y entonces fue cuando escogí a…¡la magdalena de vainilla!...el trozo de pastel tendría que esperar.
El encargado de la tienda me dio mi pedido. Le pagué y caminé hasta el parque más cercano dispuesta a disfrutar de mi manjar.
Daniel había recibido una llamada de su padre desde la empresa. Le dijo que tenía que ir para hacer no sé qué cosa con unos inversionistas. Así que tuvo que irse directamente a la reunión y me dejó sola en casa. Y como yo no soy alguien a quien le gusta estar encerrada-técnicamente- me dispuse a dar un paseo para relajarme y pensar.
Al llegar, me senté en el césped y comencé a devorar la magdalena.
¡Ok!, ahora si debo tomar decisiones “más serias”.
Veamos, tengo un gran lío con lo que le dije ayer a Daniel…La verdad, no estoy segura de lo que siento exactamente por él. Ese chico es maravilloso pero, sus repentinos cambios de actitud y la posibilidad de una infidelidad no me dejan del todo confiada. Y eso que no he mencionado a Johana.
Con David…Pues…Es cierto que lo conozco hace mucho tiempo y que me hizo pasar los mejores momentos de mi juventud. Pero, a pesar de que él nunca se atreve a mirar a otra chica delante de mí (aunque Daniel dijo que era un mujeriego) existe la opción de que yo esté siendo parte de otra de sus “apuestas”.
¡Joder!
Ojala se me apareciera algún ser que me pueda decir en visiones a cuál de los dos debo escoger.
¿Qué tal si tomaba la decisión equivocada y después todo se echaba a perder?
Le di un mordisco a mi magdalena y me quedé observando a dos adolescentes tomados de la mano.
Tendrían unos quince o dieciséis años por lo menos. El chico la abrasaba por detrás y ella solo reía, aunque ambos parecieran pingüinos caminando por la acera.
Entonces empecé a imaginar cómo hubiera sido mi vida si hubiera aprovechado mi juventud. Cómo habría sido salir con chicos, caminar juntos y todas esas cosas cursis en lugar de estar encerrada en la biblioteca.
Los libros fueron mi refugio desde siempre. Hay sentía que nadie podría hacerme daño. Le tenía tanto miedo al amor, y a los daños que este podría causar, que mi chico perfecto en realidad estaba atrapado en un libro.
No ponía atención en ningún tipo porque el estereotipo de mi “príncipe azul” estaba en mi cabeza.
Hasta que llegó el día en que comprendí que ese príncipe jamás llegaría. ¿Y cómo iba a llegar, si ni siquiera existía?