-.-.-.-.-.-.-.-Capítulo 8-.-.-.-.-.-.-.-
Sí, al final, Emma consiguió de algún modo meternos a David y a mí en la misma ducha.
Por suerte, el baño tenía una gran tina, la cual, ella se encargó de rellenar de burbujas.
Así qué, rápidamente, sumergí mi cuerpo desnudo entre la espesa espuma, quedando visible solamente mi cabeza.
Daniel no parecía compartir el mismo interés que yo por cubrir su cuerpo; ya que, se tomó todo el tiempo del mundo para enseñarme sus “perfectos” abdominales.
Hasta que por fin consiguió meterse dentro.
-Piensas estar así todo el día?-dijo Daniel rompiendo el gélido e incómodo silencio que reinaba entre nosotros.
-Por lo que veo…Tu tampoco piensas salir pronto- contraataqué.
Daniel bufó y volvió a guardar silencio.
Nos quedamos así durante un largo rato hasta que…
-¡Temblor!- chillé horrorizada.
La tierra comenzó a sacudirse violentamente ante mis miedosos ojos.
Daniel también pareció percibir el movimiento, ya que, instantáneamente se puso de pie y caminó rápidamente hasta la puerta.
Intentó forcejear la cerradura pero esta no cedía.
-MIERDA!!-gritó-…Emma la ha asegurado!
Presa del pánico, me puse de pie y corrí hasta él para ayudarlo.
Daniel me escaneó con la mirada y sonrió satisfecho.
-Por lo menos tienes buen cuerpo!
Rodé los ojos…¡¿Acaso no veía la gravedad de la situación?!...¡ESTAMOS ENCERRADOS EN UN MALDITO BAÑO, EN MEDIO DE UN TEMBLOR!.
Mis mejillas tomaron un color rojizo apenas visible.
NAH!...¡A quién engaño?...Ardían al rojo vivo, cual banderas flameantes en llamas.
Intenté abrir la puerta, pero NADA.
¡LA ESTÚPIDA PUERTA SEGUÍA CERRADA!
-Vas ha ayudarme…o qué?-pregunté al borde de un colapso nervioso.
-No gracias…Prefiero ver el espectáculo que me estas ofreciendo.
Si mis mejillas ya estaban rojas de por sí, ahora parecían un par de tomates maduros.
-JODER!...¡DEJA DE MIRARME!
Daniel pareció no escuchar lo que dije. Puesto que seguía con esa inútil sonrisa en su rostro mientras sus ojos vagaban por mi cuerpo.
