Capítulo 5

122 21 8
                                    

La arena bajo mis pies arde, fuimos los primeros en llegar y llevamos varias horas esperando que los demás lo hagan.

El mar estuvo, en general, tranquilo y pudimos navegar sin problemas, pero eso no significa que para los demás fuera así de sencillo. No todos sabían usar sus poderes tan bien como Muluc. Creo que fue una mala idea que todos los que sí manejábamos nuestros poderes nos subiéramos en el mismo bote.

No paro de morderme los labios mientras miro al horizonte, esperando encontrarme con tres botes a lo lejos, ya que Muluc se devolvió para ver si podía encontrarlos.

—Van a llegar —dice Caban a mi lado.

—Es cierto —Men se acerca a mí y hace una visera con sus dedos—. El problema es que llegamos demasiado pronto, y bueno, la niebla matutina nos hizo a todos perder el rastro. Es posible que hayan llegado y estén en distintas zonas de la costa —la miro, pero ella agrega antes de que pueda hablar—. En partes que no hemos revisado. No olvides que la costa de Peumayen es enorme, sobre todo aquí en el norte.

Asiento poco segura, es cierto todo lo que dijo, sin embargo, no me logro quitar la sensación incómoda que se apoderó de mi estómago.

Un gruñido en mi espalda me da a entender que Ahau está mirándome, con odio como lo hace desde que llegamos a la costa. Ruedo los ojos, no es mi culpa haberme quedado dormida sobre el hombro de Caban. Era el único que estaba a mi lado. ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Apoyar la cabeza en el borde del bote?

Ridículo.

No voy a disculparme por algo que no es mi culpa. Ni siquiera tengo que sentirme culpa...

— ¡Ahí están! —Grito dando pequeños saltitos de emoción—. Ahí están... están bien —susurro más para mí, para tranquilizarme.

Miro los botes todo el tiempo que tardan en alcanzar la costa. Cuando el primero llega, ayudo a Cauac a tirar de él hasta que se entierre en la arena y, luego, a bajar todas las cosas. Los guerreros se ven enfermos del largo viaje, así que todos llegan derecho a sentarse en la arena.

Les ofrezco agua y comida, y espero por el siguiente bote.

—Tenías razón —digo mirando a Ben, él me da una sonrisa torcida, todavía mareado por el viaje—. Estamos al norte, es posible que detrás de la cordillera veamos el desierto... —dejo la frase en el aire—. ¿Alguien sabe algo del Castillo Blanco?

Todos me miran, pero un par, posiblemente guerreros blancos, niegan con la cabeza. Suspiro y miro al oeste, confiada de que el castillo todavía está. Los castillos no son simples edificios, son parte de nuestra tradición de guerreros.

— ¿Creen que...? —No planeaba decir estas palabras en voz alta, no obstante, salen sin que me dé cuenta.

—Cimi —la voz de Muluc me reprende.

Entrecierro mis ojos y lo miro a través de las pestañas. No soy una inconsciente, no planeo meternos a todos en medio de algo de lo que no podamos salir. Sin embargo, la posibilidad de que el castillo esté todavía, es alta. Tenemos que cruzar todo Peumayen para llegar al Castillo Rojo, pasar por el desierto no será fácil, pero menos peligroso que hacerlo por el bosque o más al sur.

No podemos ignorar la posibilidad de encontrar un refugio en el Castillo Blanco.

—Por favor, díganme que tienen un plan —murmura con aburrimiento uno de los guerreros. Lo miro fijamente, aunque no puedo recordar cuál es. Espero que alguien diga su nombre para hacerme una idea.

—Etznab, no seas idiota —lo recrimina Oc.

Así que es el guerrero del Espejo, el guerrero con el poder de traspasar entre los mundos. Es un poder impresionante, considerando que lo único que puedo hacer es ir al mundo de los muertos. El joven no se ve muy impresionante, de hecho, lo único que puedo recordar de él es la mirada de desagrado que lleva como un accesorio en su cara.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora