Ya no hay planes, no hay tácticas, no hay estrategias. Nos encontramos desnudos frente a nuestro enemigo. Nada tenemos que hacer. El peso de nuestra elección nos golpea y nos asusta. Escogimos esto, no podíamos hacer algo más complejo, perdimos el factor sorpresa. Hemos perdido tanto.
—Podemos hacerlo —repite Ahau a mi lado. Se ha vuelto su nuevo mantra, lo he visto mover labios formando las palabras aunque no las pronuncie en voz alta.
—Tenemos que llegar como un torbellino, nos esperan, pero esperan que tengamos un plan elaborado, no que lleguemos y destruyamos todo a nuestro paso, no esperan que... —Caban duda—. Usemos nuestros poderes para causar caos, de forma que si tiene personas en su poder no pueda... ¡Oh no! —Levanto la vista que tenía fija en los pies.
Mi alma se cae a pedazos.
—Si tiene personas... —dice Ahau con una mueca—. Como si no fuera a tener todo un ejército —se queja.
Todo el reino se encuentra rodeando el Castillo Amarillo. Cada mujer, hombre y niño, sin importar su especie o edad. Son capas y capas de escudos mortales. Mortales inocentes. Mortales que no tienen relación con los guerreros y la guerra que estamos librando. Eb está usando lo que queremos proteger en nuestra contra.
—No podemos luchar —susurra Lamat con una expresión enferma en el rostro, parece que en cualquier momento se pondrá a llorar, o vomitar, quizá ambas. Su piel está tomando un tono verdoso y grandes ojeras marcan sus ojos—. No contra ellos.
—No les hagamos daño, solo tenemos que alejarlos... —hablo sin estar del todo segura de lo que estoy diciendo—. Tenemos que abrirnos camino.
— ¿Ideas? —Por un segundo, un pequeño segundo, la mirada de Ahau se ilumina cuando dice aquello, como si quisiera bromear, pero aquella chispa de diversión desaparece con la misma velocidad.
—Caban, abre un camino. Parte el reino a la mitad si es necesario —el aludido se detiene para mirarme—. Alejaré a las personas que pueda, abriré un portal —no me detengo a explicar que yo soy ese portal— y las iré alejando. Ahau se encargará de incendiar los bordes del camino que tú nos abras, al tener a tantos bajo su control ya vimos que no es capaz de obligarlos a hacer algo contra sus principios básicos, como la supervivencia.
Se quedan en silencio y miran al frente, donde las filas y filas de habitantes del reino nos esperan con expresiones vacías, sin mover un solo músculo de sus cuerpos, más como muñecos que seres vivos.
—Hagámoslo —dice Ahau. Es el único que habla, pero por las expresiones de los demás se entiende que están de acuerdo, solo que demasiados nerviosos como para expresarlo en voz alta.
No contamos, no nos ponemos de acuerdo. Solo actuamos por instinto.
Ahau es el primero en salir corriendo y el resto le seguimos, la tierra vibra bajo nuestros pies, aunque no entorpece nuestra carrera. Vemos más adelante como las personas se alejan de los puntos en que el movimiento es más fuerte, momento que aprovecha Caban para abrir la tierra.
La imagen es espectacular, una gran falla se forma desde donde nos encontramos hasta varios metros más adelante, luego, la tierra se levanta, como si fueran compuertas. Los mismos trozos levantados hacen de muro y nosotros nos ponemos a correr entre ellos.
Lo que hay bajo la tierra es una roca oscura con pequeños cristales blancos alargados, el sol que se cuela entre las nubes causa brillos en ellas. Escuchamos los gritos de las personas y Ahau hace arder el pasto a los alrededores, para alejarlos aún más. El olor es fuerte y se mete por mi nariz causándome comezón. Estornudo un par de veces a medida que avanzamos.
ESTÁS LEYENDO
Alun (La dama gris II)
ФэнтезиLos guerreros, al final, han sido liberados de la Carcerem. Sin embargo, todavía queda mucho por delante. Estos tienen que aprender a usar sus poderes y decidir si realmente quieren formar parte de esta guerra que se ha creado, o, si prefieren esc...