Camino entre los pasillos del castillo con la decidida intención de alejarme lo más posible de absolutamente todas las personas. Este lugar pasó de ser una ruina, el fantasma de la gloria pasada, a ser un hervidero de actividad. Voces y movimientos por todos lados. Planes para la reconstrucción del reino, gente entrenando, heridos siendo curados y reuniones sobre guerra.
Yo solo quiero un segundo de silencio para poder pensar con calma. Sé que a lo largo de mi vida me he quejado por la falta de compañía, pero después de años es algo a lo que me he acostumbrado. No quiero ser una bruja y mandarlos a todos a volar, sin embargo, tampoco soporto seguir encerrada entre ellos.
Tomo una respiración profunda y disminuyo la velocidad, ya hace tiempo que las voces se volvieron un murmullo tan suave que no logro distinguir las palabras en ellas. Observo el castillo: muros grises y agrietados, en las esquinas se ve que el moho va ganando terreno, lo que es gracioso considerando que estamos en medio del desierto. Cualquier objeto decorativo fue robado tiempo atrás o hecho trizas, solo quedan pequeñas huellas de lo que había. La huella circular de un jarrón, la sombra de un cuadro... los últimos gritos de los habitantes.
Había intentado con todas mis fuerzas dejar de verlos y oírlos, pero no resultaba especialmente fácil, no después de haber perdido el control en Auquinco. Los rumores volaban, sin embargo, los rumores entre los muertos eran prácticamente instantáneos. Ahora todos los espíritus que hay en los alrededores saben que soy la Enlazadora de Mundos, por lo que puedo verlos y escucharlos. Desde que volví no se han cansado de insistirme en que mande mensajes, que los deje pasar a otro mundo e incluso que les devuelva la vida.
¡Soy la guerrera de la muerte no de la vida!
Estoy tan cansada de gritar aquella frase y de las miradas extrañas que me lanzan los demás guerreros y los habitantes de Auquinco, que terminé optando por soportar la tortura en silencio. Quizá después de un tiempo se rindan y terminen dejándome en paz, o, quizá muera antes y eso sea problema del siguiente Enlazador.
Ambas perspectivas son desesperanzadoras.
—Hola pequeña —doy un saltito por la sorpresa, aunque esta se evapora al reconocer al dueño de aquella voz.
—Ix —es todo lo que digo como saludo.
— ¿Cómo van las cosas? —Pregunta un anciano Mago, mientras, con parsimonia toma asiento en el suelo, con el muro como soporte.
Bufo y me siento a su lado.
—Supongo que bien, los habitantes de Auquinco tuvieron la decencia de no matarnos...
—Jamás estuviste en peligro —me interrumpe el, ahora joven, guerrero.
—Por supuesto que no —le resto importancia con la mano—. Pero eso no significa que la perspectiva de tener que matar a varias personas me agrade. Contrario a los que todos creen no soy una asesina.
—Tú también se los haces creer.
—Prefiero que me teman a que crean que pueden meterse conmigo. Me ahorro bastantes enfrentamientos sin sentido.
— ¿Cómo van los planes con el Reino del Huilli?
—Como deberían ir, supongo —levanto los hombros—. Están discutiendo la mejor forma de entrar, si deberíamos llegar como un ejército y confiar en que se asustarán lo suficiente como para rendirse antes de que se den cuenta de que no tenemos ejército o si lo mejor es infiltrarnos y desbaratarlos desde adentro.
—No suenas emocionada.
—Perdón si la pelea y la matanza no me emocionan como antes —sé que estoy siendo injusta despotricando contra Ix, pero por desgracia es la única persona que se toma el tiempo en preguntar mi opinión—. Lo siento.
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Alun (La dama gris II)
FantasiaLos guerreros, al final, han sido liberados de la Carcerem. Sin embargo, todavía queda mucho por delante. Estos tienen que aprender a usar sus poderes y decidir si realmente quieren formar parte de esta guerra que se ha creado, o, si prefieren esc...