Me mantengo en mi cuarto durante la preparación de los guerreros para ir al Castillo Rojo y de ahí al amarillo.
Los días pasaron con una velocidad vertiginosa y sin darme cuenta la fecha impuesta para su partida llegó. Aquel día no bajé a comer ni salí del cuarto. Me mantuve todo el tiempo pegada a la ventada que daba a la entrada, viendo cómo cargaban caballos y cómo armaban sus equipajes.
De forma curiosa, las horas hasta la escogida se alargaron hasta el máximo de su capacidad, casi creí que habían pasado semanas mientras los veía preparar todo, pero no fue así. Solo un par de horas. No más que eso.
De todos modos, me sorprendí cuando Muluc golpeó la puerta que habían puesto hacía poco, ya que antes no había.
—Pase —no me moví de mi punto de control junto a la ventana.
—Todavía estás a tiempo —es lo único que obtuve como respuesta. Tiempo, aquel concepto tan extraño y misterioso que no hacía más que jugar conmigo una y otra vez. A veces siendo demasiado, otras muy corto y a veces se me aparecía como una decisión—. De hecho... —parece considerarlo mejor—. Siempre estarás a tiempo de salir de este lugar —no dice nada más antes de irse, cerrando la puerta tras de sí.
Nadie más viene a despedirse. Los demás guerreros están molestos conmigo por mi decisión. Y los entiendo, yo también estaría furiosa en su lugar, no, yo también estoy furiosa.
Los veo montar sus caballos y carretas con el equipaje que llevan, el viaje es largo y lo mejor es ir preparados. Pongo una mano en el vidrio cuando veo que se alejan.
Antes de darme cuenta, estoy corriendo por las escaleras hasta quedar junto a las personas de Aunquinco que los están despidiendo. Me uno a sus filas con la vista fija por donde se ven sus perfiles. Como una idiota considero ponerme a contarlos, pero están demasiado lejos como para separarlos. En estos momentos no son más que una masa de personas que se alejan de mí con paso seguro.
Las personas de Auquinco vuelven a sus quehaceres, todavía hay mucho que hacer para que lo que queda del Reino del Pikun vuelva a ser habitable, así que no hay tiempo que perder. Aun así, me dan mi espacio. Me quedo de pie ahí, lo más quieta posible, incluso disminuyendo mi respiración al mínimo. Incapaz de perturbar ese instante, ese pequeño instante que desearía con todo mi corazón se extendiera hasta el infinito, porque cuando se acabe sé que será demasiado tarde, contrario a lo que dijo Muluc. Siempre es demasiado tarde, las decisiones se llevan a cabo en el momento en que se eligen y así lo hice yo. Ya falté y traicioné la confianza de los guerreros, nada hay que pueda hacer al respecto, me encuentro atrapada.
Sin embargo, mientras este momento no se acabe, el peso de mi decisión no será efectivo. Parecerá que acaban de irse, parecerá que después de un corto viaje en las sombras podría estar a su lado y pelear junto a ellos.
Podría parecer cientos de cosas, aunque nunca sería verdad.
Esta mentira es todo lo que me queda.
Un golpe a lo lejos me despierta y noto que ya es de noche, veo a Sirio brillar en el cielo y casi puedo creer que se ríe de mí. Porque como guerrera de la muerte siempre creí que lo que tendría que sacrificar sería mi vida, no mi felicidad. Debería haber un guerrero de la felicidad cuyo trabajo sea asegurarnos a todos una buena vida.
Bajo la vista y me doy cuenta que desde hace rato que no se ve nada, es una noche sin luna. Cuando me muevo para ver a las personas, me doy cuenta de lo adolorido que está mi cuerpo por estar mucho tiempo en la misma posición. Masajeo mi cuello y lo muevo hacia los lados, escuchando un espeluznante click al hacerlo.
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Alun (La dama gris II)
FantasiaLos guerreros, al final, han sido liberados de la Carcerem. Sin embargo, todavía queda mucho por delante. Estos tienen que aprender a usar sus poderes y decidir si realmente quieren formar parte de esta guerra que se ha creado, o, si prefieren esc...