Capítulo 7

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Estoy tan aturdida mientras me besa que se acaba sin darme cuenta, mi torpe cerebro todavía se encuentra desesperado intentando orientarse. Me debato entre la sorpresa y la molestia por el hecho de que me haya besado frente a todos, como si fuera un espectáculo o...

—Cimi, di algo —dice Caban a solo unos centímetros de distancia de mi boca.

— ¿Tienes energía suficiente para intentarlo? —Él asiente, sorprendido por el cambio de tema—. Bien, hazlo —digo lacónicamente, antes de alejarme de su toque que mantiene todo mi cuerpo con cosquillas. Mis pasos son temblorosos, siento como si las piernas no pudieran responderme con normalidad.

No lo hacen.

Caigo al piso, donde me apoyo con ambas manos en la tierra, intentando anclarme. Estoy desapareciendo, siento como mi cuerpo se va a Chiguaihue, el quinto mundo. Tengo demasiada energía y tengo que usarla, sino seré como un faro para todas las almas que anden vagando por Peumayen.

—Cimi —al principio creo que puede ser Ahau, pero es Muluc quien me habla—. Sé que dijiste que...

—Ayúdame —pido asustada. Él abre los ojos sorprendido y asiente.

—Dime cómo.

—No lo sé —a lo lejos escucho el ruido de rocas cayéndose y siendo arrastradas, además de algunas exclamaciones de asombro. No sé si Caban está haciendo que tiemble o soy yo la que parece incapaz de mantenerse quieta. Los vellos de mis brazos se ponen en punta cuando un fuerte frío me ataca, provocando que mi respiración salga en forma de vaho.

Lo siguiente que siento es el susurro de los muertos, sus voces y su tacto, por suerte, el contacto con las almas perdidas no me hiere como en el día de los muertos, aunque tampoco es una sensación agradable, para nada.

— ¿Qué le pasa? —Esta vez sí es la voz de Ahau, suena distante.

—No tengo idea —responde Muluc con voz tensa—. Pasó después de...

—Lo sé —lo interrumpe—. Todos lo vimos con claridad.

—Lo siento —susurro perdida, mis oídos están tapados y mis ojos ven borrosos, pero la voz de Ahau llega con claridad, incluso su malhumor. Sé que no tengo que pedirle perdón, no le debo nada, no obstante, con el paso del tiempo he descubierto que así funcionan los humanos, se disculpan por cosas que no han hecho para evitar mayores problemas—. Tendré que... —la sola idea me aterra—. Iré a Chiguaihue —no soporto estar más de lo justamente necesario en aquel lugar, sin embargo, no encuentro otra forma.

—Voy contigo —la voz de Ahau suena tan segura que casi creo que es capaz de soportarlo... casi, pero no. Lo conozco lo suficiente como para saber la terrible experiencia que sería para él.

Niego y me suelto del agarre de Muluc.

—Solo será... —dudo, así que me quedo en silencio—. Sigan avanzando, los encontraré.

Quieren reclamar e, incluso, impedírmelo por la fuerza, sin embargo, no alcanzan, ya que antes de que se den cuenta no estoy con ellos. Ahora es mucho más rápido que las otras veces, es muy similar a cuando de pequeña me perdí. Llego al quinto mundo y, por paradójico que pueda sonar, logro calmarme. El frío extremo es reemplazado por el frío al que ya estoy acostumbrada. Quizá mi respiración sigue saliendo en vahos, pero como todo está cubierto por una densa niebla no lo noto.

Me pongo de pie, mientras, intento decidir lo que haré estando aquí. No tiene sentido caminar hacia algún lugar, porque este mundo no tiene lugares, solo el aquí y el ahora. Eso es todo lo que tengo y que tendré, hasta que sea seguro volver a Peumayen.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora