Caban habla con Lamat, mientras esta se deshace en lágrimas y explicaciones que no tengo ganas de escuchar. Me alejo unos pasos, no me siento bien. Mis manos tiemblan y se mueven nerviosas, la espera me está matando, lo que no deja de tener gracia. Ahau se alejó para volver al pueblo, esperando encontrar a Naguilán y Llepu. Le pedí que me dejara ir, pero se negó. Al parecer, soy fácil de detectar para el wekufe que está dentro de Eb. No lo pongo en duda, porque es algo posible. Él pertenece a Chiguaihue y una parte de mí se encuentra allá. Así que aquí estoy, dando vueltas como idiota por entre unos árboles. Intentando darle espacio a los otros guerreros, al mismo tiempo que intento no caerme a pedazos.
—Ahau ha tardado demasiado —murmuro, a nadie en particular. Tampoco esperaba una respuesta, pero la obtengo.
—Es tu culpa, si algo le pasa... —Lamat se pone de pie y se lanza hacia mí. La rechazo con un movimiento de mi mano que la manda directo contra un árbol, su cuerpo se golpea y cae. Usar a los muertos no fue la decisión más madura que podría haber tomado, sin embargo, tampoco tenía ganas para hacer algo mejor.
No siempre tengo que ser la mejor.
Siento las voces de los espíritus a los que llamé, me rodean y se pegan a mí como si fuera una luz y ellos insectos. Escucho sus susurros, sus peticiones, sus súplicas... y hay algo especial que llama mi atención.
Sol... peligro... uco... él... Tra...
No tengo que ponerme a pensar mucho las palabras para entenderlas. Le digo a Caban que se quede con Lamat y me pongo a correr por el bosque. Si mis recuerdos están bien, él suele atacar por el lado occidental del Bosque de Lonquimay. No muy lejos de aquí. Esa maldita criatura. El bosque comienza a hacerse más denso a medida que avanzo, los árboles se vuelven más altos, con troncos tan gruesos que se necesitarían varias personas para rodearlos con los brazos. Musgo de varios tonos de verde cubren las raíces y gran parte de los troncos. Un aroma fuerte y empalagoso inunda el aire. Sé que en este lado del bosque estoy a salvo de Eb, existen zonas en Peumayen que no son tocadas por ciertas criaturas, pero eso no me hace sentir mejor, porque sé que el motivo detrás es que hay otra criatura en su lugar.
Esta área del Bosque de Lonquimay es dominio del Trauco.
Como mujer sé que no me mataría en el acto, no sin antes... no obstante, a los hombres los mata en el momento en que los ve. Corro con más fuerza, mis piernas están tensas y mis pulmones queman cada vez que el aire entra. Sonidos más adelante hacen que corra con ímpetu, a pesar de todo. El olor a humo me da a entender que voy por al camino correcto, poco más al norte unas llamas anaranjadas me dan la ubicación de Ahau.
Cuando llego me sorprendo de ver al guerrero lanzando llamas hacia todas direcciones con una expresión de furia contenida. Puede quemar todo el bosque, llevarlo a las cenizas, mas no lo hace, se controla.
— ¡No quiero... ! —Grita frustrado.
— ¡Ahau! —Me pongo a su lado y noto lo que lo molesta, una sombra se mueve con velocidad de un punto a otro. La criatura corta ramas y las lanza hacia nosotros. En un momento me volteo y noto que tanto Naguilán como Llepu están inconscientes en el suelo.
—Este... —parece ser que le cuesta encontrar la palabra para definirlo.
—El Trauco —lo ayudo, se voltea a verme con una mueca entre desagrado y sorpresa—. Realmente estudiaste el libro Sobre criaturas y lugares peumayinos, ¿no?
—Por supuesto —responde con una expresión orgullosa.
Una rama del tamaño de mi propio cuerpo viene hacia nosotros obligándonos a esquivarla. Sin embargo, cuando lo hacemos otra nos ataca y otra y otra.
ESTÁS LEYENDO
Alun (La dama gris II)
Viễn tưởngLos guerreros, al final, han sido liberados de la Carcerem. Sin embargo, todavía queda mucho por delante. Estos tienen que aprender a usar sus poderes y decidir si realmente quieren formar parte de esta guerra que se ha creado, o, si prefieren esc...