Capítulo 33

118 20 37
                                    

El cuchivilo se lanza directo a mi cabeza obligándome a tirarme al suelo para esquivarlo. Igual de rápido desaparece entre la niebla por el lado opuesto. Ahau va a hacer un comentario, pero es interrumpido por el guirivilo que aparece con sus fauces peligrosamente cerca de su pierna derecha. El guerrero retrocede unos pasos y sin pensarlo mucho, lanza una llamarada directa a la piel de la criatura. Esta chilla y se retuerce, pero escapa antes de que podamos hacer mucho.

—Tienes que admitir... —comienza a decir entre jadeos—. Que te encanta verme usar mis poderes.

Abro mis ojos sorprendida, porque sí, me quedé mirándolo embobada, casi sorprendida del notorio avance del guerrero. Ahora puede llamarse a sí mismo uno y eso me encanta.

No respondo, sino que nos ponemos espalda con espalda, esperando prever así cualquier ataque. De alguna forma me consuela saber que ambas criaturas parecen más enfocadas en nosotros que el resto de la tripulación, ya que el silencio solo es interrumpido por nuestras respiraciones y el ruido de las garras arrastrándose por la cubierta.

Esta vez es el guirivilo quien se lanza por mí, mientras que, el cuchivilo va por Ahau. Ambos atacan al mismo tiempo. Al intentar defenderme golpeo al guerrero y este hace lo mismo conmigo, nos estorbamos al momento de pelear, por lo que me alejo unos pasos y doy una estocada hacia la serpiente-zorro esperando sacar ventaja de la herida que Ahau le hizo.

No tengo tiempo para ver cómo le está yendo, pero confío que bien o mejor que a mí.

Doy media vuelta y con el vuelo blando mi espada, sujetándola con ambas manos para mayor firmeza. Impacto con algo duro, cuando lo veo entre la bruma noto que es la piel de guirivilo. No esperaba que fuera tan resistente.

No lo pienso mucho y doy otro golpe en el mismo lugar, sin embargo, antes del impacto se voltea y con la cola me lanza de bruces a cubierta. Mi mandíbula impacta de lleno y muerdo mi lengua. El sabor metálico de mi sangre me llena la boca, me pongo de pie en el acto y escupo. Esperando eliminar el amargo sabor.

Estoy poniéndome nuevamente en posición de batalla cuando otro golpe me lanza al suelo. Poco después el cuerpo de Ahau cae cerca del mío. Me toma de la mano con desesperación, pienso en lo asustado que debe estar, pero me doy cuenta de que lo que hace es buscar la espada. Miro sus manos y noto que el pedazo de madera ya no está. Sin un combustible no puede crear fuego.

El ruido de los hombres en cubierta aumenta y aumenta, hasta un punto en que se vuelve más fuerte que nuestros jadeos y palpitaciones.

—No suenan... —comienza a decir Ahau—. Mal.

Lo miro sorprendida, intentando darle sentido a las palabras que acaba de decir. Principalmente, porque no tiene sentido la forma en que lo dice, como si no fuera lo normal que las personas estuvieran bien. Mi mente trabaja a contracorriente, intentando abrirse paso entre la bruma que nubla mis pensamientos, al mismo tiempo que el bullicio aumenta su intensidad.

Bullicio de celebración.

Gritos, gemidos y aullidos.

Niebla.

Desvío la vista fuera del barco, no sé si babor o estribor, o proa o popa. Entrecierro los ojos y noto el leve brillo verdoso. Mis manos se congelan.

— ¿Eso es música? —Pregunta Ahau a mi lado. Yo solo asiento, sabiendo qué es lo que se acerca a nosotros—. Lo hombres dijeron que... —se queda en silencio y me mira—. Las leyendas dicen que el...

—El Caleuche, el barco fantasma que recolecta las almas de los muertos. Sí —lo interrumpo, porque de alguna manera me parece peor que diga la palabra él que yo. Si Ahau sabe lo que está pasando le da un sentido más real a todo este condenado viaje.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora