Capítulo 39

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No nos tomamos mucho tiempo para aclarar los detalles, ya que no podemos siquierar considerar esto como un plan. La base de uno, el primer paso de uno, quizá, pero no un plan completo. Él es la distracción, yo salvo al resto, luego, los vencemos. Quedan varios ¿cómo? de por medio que no hemos aclarado por el momento y no tenemos tiempo para hacerlo. Supongo que será como todo, lo descubriremos a medida que vayamos avanzando.

En lo único que tardo un poco es en que los muertos me entreguen la ubicación de los demás guerreros, sin embargo, no era tan difícil adivinar que se encontraban en el calabozo de curinilahue. Eb ni siquiera se tomó la molestia de mentir. Aunque no está de más estar seguros.

Seguros, que palabra más extraña.

Volvemos a Peumayen.

Todo pasa muy rápido.

Eb nos espera con una mueca, molesto porque no pudo alcanzarnos en Chiguaihue. En el momento en que nos volvemos visibles, una expresión de furia aparece en su rostro y grita hacia nosotros. Sin embargo, su poder me rodea buscando alguna brecha por la que entrar, pero no lo hace.

Ahau se tensa cuando el poder del Humano hace lo mismo con él, no obstante, al igual que conmigo solo puede rodearlo, no llegar a controlarlo. Veo en su expresión que la idea de tener un espíritu con él no le agrada, pero esa conexión con Chiguaihue es necesaria para no terminar siendo controlados. Se ve algo distraído e incómodo, aunque no se queja, mantiene una expresión inexpugnable.

Sudor corre por mi rostro y el aire es tan denso que casi no puedo respirar.

Da un apretón más fuerte con su mano y yo me lanzo a un lado, al mismo tiempo que llamo a los muertos, los que se encargan de dejar inconsciente a toda su familia de un solo golpe. Siento como si una gran ola expansiva hubiera salido de mí con fuerza. Y casi es como fue. Me volví un portal y los dejé pasar de golpe, estos se lanzaron a los cuerpos que resumaban vida, en este caso la familia de Ahau, ya que tanto él como yo tenemos una conexión con el mundo de los muertos y Eb, él es algo entre ambos estados.

Choco con el muro y me mantengo lo más alejada de los objetos inflamables, como me pidió. Corro hacia el pasillo que me lleva a los niveles subterráneos, Eb manda a los sirvientes a que me ataquen. Varios se lanzan a mí con cuchillos y herramientas, pero una potente llama los aleja, dándome el tiempo suficiente para escapar.

Antes de meterme en el pasillo volteo para ver como la entrada al magistral Castillo Amarillo es devorada por indómitas llamas que consumen todo a su paso, dejando espacio para la familia de Ahau y los sirvientes, que buscan cómo pasar entre ellas. El poder de Eb puede convencerlos de atacarme, y podría obligar a uno de ellos a lanzarse a las llamas, pero no puede obligarlos a todos a hacer algo así. Hasta la mente humana y el control sobre ella tiene sus límites.

No me quedo mucho tiempo y me pongo a correr.

No es como lo recordaba. Un aire lóbrego reina entre los pasillos, las cortinas están cerradas y la luz apenas es capaz de aclarar lo suficiente como para evitar que choque. Mi cuerpo parece saber cómo llegar porque doblo, bajo escaleras, doblo a la derecha, empujo una puerta y sigo corriendo por un pasillo. Todo sin pensarlo dos veces.

Un olor a putrefacción inunda el lugar y me provoca arcadas que contengo apenas.

No dejes de correr.

Algunos sirvientes se interponen en mi camino, pero los esquivo. Si no puedo, dejo que los muertos se encarguen de ellos. En un mundo de vivos no es mucho el daño que pueden hacer si yo no les doy más poder del necesario.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora