Capítulo 50

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La arena raspa mis pies heridos por tanto caminar por Peumayen, me tomé mi tiempo en hacer estos viajes. Disfruté de mi soledad y de la tierra, caminé descalza lo más que mis pies me permitieron, dormí a la intemperie y comí lo que podía encontrar. Me mantuve alejada de los pueblos, el rumor de la batalla del Castillo Amarillo se expandió con rapidez y varios me reconocían en el acto. Tuve que esconder mi cabello si quería conseguir algo de comer en los hostales, aunque asumo que varios sabían quién era.

La noche es fría, en el cielo despejado brillan las estrellas. Miro a Sirio y frunzo el ceño en su dirección, pero decido no dedicarle más de mi tiempo.

La brisa marina hace vibrar mi piel. Me quito la capa, la chaqueta y toda la ropa a medida que me acerco a la orilla. Cuando el agua marina toca mis pies me encuentro desnuda. El conocido cosquilleo me recorre la columna y cada extremidad. Sonrío.

Comienzo a caminar, adentrándome en el mar. Controlo mi transformación lo más que puedo, quiero saborear estos momentos como humana. Estos últimos momentos como humana, quiero saborear las sensaciones, la complejidad de pensamientos tanto buenos como malos. No quiero olvidar cómo es el tacto en la piel humana, cómo son las imágenes con estos ojos o cómo huele el mar.

Cuando el agua me llega a las costillas, me hundo y nado bajo ella. Jamás me permití hacer esto como humana, ahora, ya no tengo miedo. Con lo que hice en el Castillo Amarillo no gané respeto, pero sí miedo. No creo que llegue alguna criatura a sacarme en cara algo, casi todas se mantienen alejadas de mí.  Han pasado semanas pero la energía de todas las vidas que tomé vibra en mí con la misma intensidad de aquel primer momento.

Nunca había nadado como humana, me parece extraño y casi antinatural. Es tan lento y complejo que me divierte, como boto soy muy ágil. Nado hasta donde el mar está tranquilo y me quedo unos metros más abajo de la superficie. Mi piel vibra ansiosa, pidiéndome la transformación. Se la doy, dejo ir mi cuerpo humano, mis huesos se mueven y ajustan, mi piel pierde los vellos y se vuelve suave y lisa, mi cabello desaparece, mis dedos se juntan y mis piernas también.

Ya en mi cuerpo de boto me pongo a nadar en todas direcciones, doy vueltas y salto sobre la superficie. Extrañaba tanto esto que lo disfruto todo lo que puedo, me encuentro dando vueltas en círculos, frenando de improviso para sumergirme y volver a salir. Estoy tan feliz que silbo varias veces. Hasta que siento la presencia de Kai—Kai Filu. Estoy bajo el agua cuando noto a la gran serpiente, me quedo quieta sabiendo que no puedo escapar de ella.

Enlazadora.

Kai—Kai Filu, Tren—Tren Filu dijo que se encargaría de ti.

La gran serpiente ríe y cada gota de agua a mi alrededor se agita como en una tormenta, su risa es algo terrible de escuchar.

Sí, tuvimos una larga conversación.

Eso es algo que por nada del mundo presenciaría.

Tienes razón, no creo que sea algo que los mortales quieran ver, acepta la serpiente. He venido a traerte noticias, guerrera.

¿Qué noticias?

Has sido aceptada de nuevo entre los tuyos.

Eso me sorprende, el pueblo de los Mares del Lafquen me prohibió la entrada, me dijeron que ya no era bienvenida, supuse que con lo ocurrido tampoco me querrían, que sería algo así como una paria.

Hemos mantenido una larga conversación.

Un escalofrío me recorre hasta mi aleta trasera, la serpiente se ríe.

Pensé que estabas del lado del wekufe.

Jamás. No tengo lados, solo el mío. No me subestimes, guerrera, nunca estaría del lado de una criatura que planea destruir algo que también me pertenece. Tren—Tren controlará la tierra, pero la mejor parte de Peumayen está bajo el mar y eso es mío.

Podrías habernos ayudado, me quejo.

Podría haberlos matado y no lo hice.

Supongo que no podré conseguir algo más complejo que eso por parte de la gran serpiente.

Gracias, pero no me interesa.

No tienes más donde volver.

No quiero volver, no quiero ir a donde ya he estado, quiero ir donde no me conozcan, donde me llamen Alun sin tener que pensarlo dos veces.

Nadie te olvidará jamás.

Lo sé.

Ambos nos quedamos en silencio, en la oscuridad del mar no puedo ver a la gran serpiente y me alegro. Si Tren—Tren Filu se formaba de la tierra a su alrededor, supongo que con Kai—Kai Filu ocurre algo similar, debe tomar forma de agua y arena, como una enorme corriente marina.

¿Hay algo que quieras que haga por ti?

¿Ahora te dedicas a hacer favores?, no puedo controlar cinismo en mi voz.

Cuidado guerrera, no llegarás lejos con esa boca.

No, lo haré con mis aletas. La propulsión por aire no me funciona.

Kai—Kai Filu se pone a reír.

Me agradas, dama gris. Tienes suerte de que así sea.

Lo imagino.

Ten una buena vida, me desea y supongo que de verdad debo de agradarle un poco.

¿La tendré?, pregunto asustada.

No ha sido tan mala, me dice. No respondo de inmediato, me quedo en silencio con los recuerdos que en mi mente de boto pierden un poco de profundidad, conservo lo justo y necesario de cada uno. Sin emociones innecesarias.

Supongo que no, no a pesar de todo. Ni siquiera creo que sea algo posible, pero imagino que eso la hizo sonreír. Debo estar loca como para creer que la gran serpiente Kai—Kai Filu me sonrió, deseándome lo mejor. Es algo tan absurdo que lo dejo pasar.

¿Qué harás ahora?, pregunto.

Dormir, al final, no fui necesaria. Pudiste manejar todo.

Casi todo.

Lo necesario, dice. Todavía no es tiempo de que vuelva a alzarme, han logrado mantener a salvo Peumayen. Están mejor de lo que pensé. Supongo que todo irá bien, al menos por un tiempo. Quiero creer que ese tiempo son tantos años como para que yo no tenga que preocuparme por eso. Confío que un tiempo para uno de nuestros dioses son siglos para nosotros. Voy a decir algo más, pero ya no está. La presencia de la gran serpiente desaparece como si nunca hubiera estado ahí.

Floto unos momentos más y, luego, me pongo a nadar. No sé hacia qué lugar voy, no sé siquiera qué hacia qué punto me dirijo. No me importa. De alguna forma que todavía no descubro, sé que voy a estar bien. Confío en que podré seguir adelante. Cada día por lo que me quede de vida buscaré una razón para despertar cada mañana, una razón por la que moverme, una razón por la que comer y seguir adelante. Así cada día de mi vida, hasta que no tenga que hacerlo porque volví a encontrar el sentido. Volví a encontrar mi propósito. Solo tengo que seguir viviendo el tiempo suficiente como para encontrar una razón por la que seguir haciéndolo. Debo sobrevivir lo preciso como para animarme a vivir otra vez.

Puedo hacerlo. Voy a hacerlo.

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¡Hola! Este capítulo es cortito (sobre todo si lo comparan con los anteriores). En un comienzo no quería hacerlo, pero me di cuenta que estos últimos momentos de Alun como humana merecían ser "retratados", por eso lo agregué.

Si creen que está de más, pueden decírmelo. Saben que la opinión de un autor a veces suele estar cegada.

Solo falta el epílogo ahora.

Que pena :(

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora