Capítulo 21

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A lo largo de mi vida, corta, pero la única que he tenido, he recibido malas miradas, no obstante, las que en este momento me dirigen deben estar por lejos dentro de las peores que he recibido. Acabo de informarle a los guerreros que he dedicido quedarme en el Reino del Pikun para ayudar en su reconstrucción.

Debo decir que no todas las miradas fueron malas, algunas simplemente fueron de confusión y duda, como las que Caban y Ahau me dedicaron. Mientras que otros, como Etznab, despotricaron sin piedad contra mi hipocrecía. Los animé a luchar y ahora me alejo de ellos, dejándolos solos, sabiendo que soy una de las más fuertes.

Debo verme como la persona más egoísta frente a sus ojos. La única persona que conoce la verdad detrás de mis actos no se digna a mirarme, mantiene la vista fija en el suelo y en completo silencio.

Enderezo mi cuerpo.

Es mi elección y tengo que ser capaz de vivir con ella, estos solo son los primeros momentos de una larga vida en la que siempre me cuestionaré si tomé la decisión correcta. Este es el primer momento de debilidad, el primero de muchos, porque sé con una certeza absolutamente dolorosa que me lo preguntaré por el resto de mi vida.

— ¿Tienes miedo? —Me pregunta Ahau en un susurro, evitando que los demás escuchen.

—Sabes que la muerte no me asusta —respondo con una sonrisa, intentando sonar confiada y tranquila.

— ¿Es por Lamat? —Insiste y yo quiero pegarle para que deje de hacerlo, pero me obligo a tomar una respiración y responder.

— ¿Qué significa eso? —Contraataco.

—Pues... —desvía la vista y mira al piso, se ve tan mortificado que una parte de mí, una pequeña, quiere liberarlo de ese tormento.

—Siempre supe que la tenías a ella —confieso con voz baja—. Sé que yo era... —me quedo en silencio cuando no logro encontrar una buena explicación para lo que signifiqué para Ahau—. Está bien, estoy bien con eso —quiero sonreírle, mas no puedo por miedo a que lo que termine formando en mi rostro sea una mueca que haga el efecto contrario.

El Sol se aleja de mí en silencio. Quiero creer, con una dolorosa desesperación, que antes de irse dijo yo no, pero para cuando está lejos, no sé si lo escuché o fue mi mente buscando darme algún tipo de consuelo.

La reunión terminó de una forma desastrosa, aunque dentro del rango que esperaba, por lo que no me voy especialmente desconsolada. Camino entre los pasillos ansiosa por llegar al cuarto de Oc para buscar algún consuelo, pero una mano me sujeta del brazo y por la corriente que me recorre de arriba a abajo sé que es Caban. Su tacto sigue causando estragos en mi cuerpo.

Me suelto como si me hiciera daño, cuando hace justamente lo contrario, me muestra un poco de ese mundo que no alcanzaré a conocer.

— ¿Es en serio?

— ¿Por qué mentiría? —Pregunto, sorprendida.

—Pensé que era algún plan, que querías que creyéramos que te quedarías cuando en realidad... no lo sé... eres tú la que siempre sale con nuevos planes... —pasa una mano por su cabello desordenándolo. Está más corto, no me había dado cuenta de que se lo había cortado. Estoy a punto de hacérselo notar, cuando me interrumpe, encerrándome entre sus brazos y el muro en mi espalda—. Cimi... —susurra.

Gimo y me muevo, buscando liberarme de él, aunque sin poner mucho esfuerzo en ello. La energía que ambos ganamos cuando estamos en contacto es algo difícil de rechazar, como el agua después de días sin beber. Es dulce, refrescante y embriagadora, daría lo que fuera por perderme en ella.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora