Capítulo 29

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—Así que solo tenemos que limpiar —gruño entre dientes, a nadie en particular pues tanto Naguilán como Llepu parecen sorprendidos de que el Abtao fuera algo más que un pequeño bote a vela, como si desde la última vez que lo vieron hubiera aumentado su tamaño. No es el barco más grande, no obstante, tampoco es algo despreciable, considerando que serán mis manos las que tengan que trapear la cubierta varias veces durante nuestro viaje.

Ehecoatl hónranos con fuertes y favorables vientos, a falta de algo más que esperanza recurro a la fe en las coatls, las grandes serpientes, para que nos ayuden. En las historias que contaban mis padres, Ehecoatl siempre era buena con los mortales, también es así en el diario de la dama blanca.

Por otro lado, yo no soy la dama blanca. De hecho parece que seré conocida como la dama gris. Con un pie en la oscuridad y otro en la luz. No viva, tampoco muerta. Soy ese escalón entre un estado y otro.

—Podría ser peor —comenta Naguilán antes de subir, seguido de cerca por Llepu.

— ¿Podría ser peor? —Pregunta Ahau a mi lado.

Le sonrío, todavía incómoda por mi reacción de la mañana y por lo bien que él se la tomó.

—Podrías tener que nadar.

—Eso no sería malo para ti.

—En parte sí —me mira, esperando una respuesta—. Llevo mucho sin ser parte del reino azul. Cuando llegamos a la isla Haru Jauje tuve que transformarme y fue doloroso, como si mi cuerpo hubiese olvidado cuál era su verdadera forma. Mis instintos más básico quieren me lance al mar y me pierda en él, que nade hasta alejarme de todo esto, de los humanos y sus luchas por poder, de los wekufes y sus apetitos... No estoy hecha para soportar esto. Lo detesto profundamente, aunque una parte de mí se ha acostumbrado por todos los años que llevo como humana, pero en el fondo sigo siendo un boto, una criatura marina.

—Si ganamos, ¿te irás?

Me siento incapaz de mirarlo a los ojos. El ruido de fondo de las personas, sus gritos, las órdenes para sacar el barco del pequeño puerto, el mar, el viento y las gaviotas, hacen que me sienta extrañamente cubierta y protegida, así que logro decir:

—Lo extraño, pero no. Me quedaré contigo mientras me quieras.

Escucho a Ahau tomar una respiración profunda. Cierro los ojos y aguanto la respiración, el ruido de fondo aumenta su intensidad y se le suma el latido de mi corazón bum bum bum, mi mente se pone tan ruidosa que dejo de escuchar todo.

Exhalo cuando toma mi mano y subimos al barco. Varias miradas se posan en mí, más desconfianza y sorpresa que otra cosa. No poco después descubro que soy la única mujer a bordo. Uno pensaría que con tantas guerreras famosas y poderosas, aquel pensamiento machista habría desparecido, pero es claro que no.

Ignoro todas las miradas y me acerco a Naguilán que habla con quien debe ser el capitán. Es un hombre alto, alto como un xelhua, gigantes de la Cordillera de los Pueles. Mi mirada se posa en él y parece incapaz de despegarse, hasta que me fijo en el hombre que está a su lado. También es alto, con cabello negro y grandes ojos grises que no dejan de observarme, hasta que me doy cuenta... está muerto, es un espíritu.

—Hola —murmuro hacia todos, pero en especial al espíritu—. Soy... —la mirada de Naguilán me dice que no revele que soy el Enlazador de Mundos, lanzo un pequeño suspiro y continúo—. Soy Mica —extiendo la mano hacia el capitán, aunque este se mantiene en silencio.

No te lo tomes a mal es así con todos, dice el espíritu a su lado. Quiero responder, pero no puedo hacerlo sin parecer una loca, así que doy un pequeño asentimiento.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora