Capítulo 26

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Estamos haciendo nuestro equipaje, bueno, yo estoy haciéndolo y Ahau me observa. En un momento determinado saca de su bolso mis libros y me los entrega con una sonrisa avergonzada. No sé cómo sentirme sobre el hecho de que Ahau tenga mis libros entre sus cosas. Supongo que principalmente emocionada porque los mantega cerca de sí, como si lo hiciera conmigo.

—No te emociones —me dice—. Son más útiles de lo que...

—Bah... no mientas... tener esos libros entre sus cosas es como si guardaras mi ropa interior —me burlo.

—Quizá debería tener ambos —sonrío.

—Quizá te daría algo.

—Quizá no te lo pediría y simplemente te quitaría lo que tienes puesto...

—Acabo de descubrir que eres mi hijo —comenta Naguilán al entrar—. Por favor, ten un poco de misericordia con tu viejo padre.

—No eres mi padre —se queja Ahau—. Bueno, sí lo eres, pero no quiero que te hagas el que nada ha pasado y tomes ahora ese papel.

— ¿Y cuándo se supone que lo tome?

Ahau va a replicar. Lo interrumpo.

— ¿Así que tenía razón? —Me pongo entre ambos idiotas—. ¿Aquella cosa que me atacó era un wekufe?

—Sí —es todo lo que obtengo como respuesta por parte del hombre que proclamó que venía en ayuda de los guerreros para salvar Peumayen.

—Es la misma criatura que me atacó el día de los muertos. Lo confundí con un espíritu muy fuerte, aunque no era así. Era un wekufe y te conocía —le digo a Naguilán.

—Sí, me conoce, como varios de los de su especie.

—Su resistencia, ¿contra quién es? No es contra la raza amarilla...

—Ya te dije que ellos no son el problema —me interrumpe, pero continúo como si nada.

—Sí, dentro de lo poco que has dicho fue eso. Tampoco es contra los guerreros. ¿Es contra una raza en particular? —Asiente—. ¿Su resistencia es contra los wekufes?

—Alto —interviene Ahau—. ¿Se refieren a esas criaturas sin cuerpo del quinto mundo? —Apunta al libro, en donde supongo que lo leyó, así que asiento—. Pueden habitar cuerpos.

—Eso se dice —respondo.

—Es un hecho —responde Naguilán—. Es posible que también a guerreros.

—No —niego—. Si habitara a un guerrero lo mataría y de esa forma el sello abandonaría el cuerpo, no somos guerreros por nuestro cuerpo sino que por algo más poderoso.

—Puede que haya una forma.

Me quedo en silencio sopesando las posibilidades.

— ¿Por qué lo dices?

—Desconosco los detalles, sin embargo, hace años, investigando una serie de asesinatos llegamos al Reino del Huilli. Hemos intentado mantenerlo vigilado, pero...

— ¿Pero?

—Nada —es lo único que responde. De alguna forma creo que hay algo más que nada en esa respuesta, no obstante, me conformo por ahora. Hay muchas cosas que manejar en este instante como para sumarle más.

—Dijo... dijo que ya era tarde, que solo faltábamos nosotros dos. Eso significa que...

Con Ahau ordenamos nuestras cosas en un tiempo récord, sin siquiera pestañear tengo mi equipaje listo y estoy en la entrada junto a él, esperando que los hombres de Naguilán lleguen. No tenemos tiempo que perder para ponernos en marcha.

Alun (La dama gris II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora