Capítulo 37

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Alice

Mi pesadilla y mi realidad...

Sólo escucho los gritos, esos gritos desgarradores que me hielan la sangre. Sé de alguna manera que estoy inconsciente, que esto sólo es una pesadilla más.

Quiero despertarme, lo tengo que hacer antes de llegar a la cocina, antes de que todo suceda. Es de noche, casi las dos de la mañana. Estoy bajando las escaleras en estos momentos, buscando la fuente de los gritos, estoy descalza y el frío suelo me causa un escalofrío.

La sala de visitas está desordenada, pareciera como si un huracán hubiese pasado por mi casa, todos los cuadros, fotografías y arreglos estan en el suelo. Hay mucho viento corriendo al rededor del salón y éso me hace estremecer. Me fijo en la mesa de vidrio que se encuentra en medio del salón y esta hecha añicos, y miles de filosos  pedazos de vidrio y madera están tirados por todo el tapete. Tengo mucho cuidado al no pisarlo, aún cuándo sé que no me haré daño.

Los gritos de mamá vienen de la cocina o el patio trasero entonces, con cuidado me dirijo hacia esa parte de la casa. Voy despacio apoyando ambas manos a cada lado de la pared. Últimamente sus ataques son cada vez más frecuentes y si uno le sorprende puede salir lastimado. Cuando estoy en la entrada de la cocina, mi pie pisa un líquido.

Mi corazón se acelera al reconocer el líquido, no es agua, es de un color rojo oscuro... Es sangre, mucha sangre, un camino completo de sangre atraviesa la cocina hasta la puerta del patio trasero.

Mi cabeza comienza a palpitar, otro grito desgarrador viene desde afuera, a estas alturas los vecinos deben de haber llamado a la policía. Tengo que apresurarme, pero tengo que tener cuidado y no pisar la sangre. La puerta se encuentra semi-abierta, así que sólo tengo que empujar un poco y se abre. La sangre sigue por todo el pasillo hasta el jardín.

Al llegar, las sillas y la mesa de bambú, están tiradas y destrozadas en el suelo. Veo junto a ellas el cuerpo de papá está de lado y de espaldas así que no alcanzo a ver si rostro. Me quedo congelada y mi corazón teme lo peor.

Busco a mi mamá entre la oscuridad pero no la ubico de inmediato, sólo escucho su llanto y al ver que es un llanto de desolación reprimo un sollozo, me duele verla de esta forma, tan destrozada, sé que no es ella misma en estos momentos. La ubico detrás de unos arbustos y mis lágrimas comienzan a caer. Ella no. Ella no pido hacer algo tan atroz y doloroso. Me niego a creer lo que los ojos ven.

Mis ojos de fijan en lo que era un hermoso y rizado cabello rubio, ahora es únicamente una maraña de pelo opaco y sin vida. Su rostro está pálido, y tiene esa mirada perdida en sus ojos por los cuales caen muchas lágrimas, su pecho sube y baja con el llanto. Su camisón blanco está manchado sucio, y tiene mucha sangre. Sus manos están bañadas con sangre, la sangre del único ser en la vida que le amó tanto como yo.

Sus ojos se fijan en mí, y mi corazón se destroza por completo, me duele el corazón y alma de verla así. Tan perdida en ella misma, tan vulnerable y peligrosa al mismo tiempo.

Veo sus ojos fijos en mí, ella me ha reconocido una vez más y la mirada que me dirige es de un odio eterno, más allá de todo lo natural. Ella el único ser que está programado para amarme, me odia y lo sé. Ella grita una vez más justo frente a mis ojos y veo cómo su garganta vibra de la fuerza con la que lo hace.

Me despierto llorando, me duele mucho el centro del pecho. Estoy llorando, mi cabeza palpita justo como en la pesadilla, fue tan real. La misma mirada, los mismos gritos, toda esa sangre. Todas las imágenes vienen a mi cabeza y siento un vacío en mi estómago, un dolor grande, la herida de mi corazón se ha abierto, no sé que pasa a mi alrededor, no escucho nada más que dolor, desgracia y llanto.

La melodía del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora