Capitulo 3

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Comienzo a sudar. Mis palpitaciones se aceleran haciéndome temblar. Siento mis manos y pies pesados como si una fuerza desconocida los impulsara hacia el suelo. No puedo moverme.

Estoy de pié en el medio de la habitación con los pies pegados al suelo. Mis ojos sorprendidos se mueven desorbitados tratando de observar que pasa.

-¿¡ René!? - exclamo - ¿¡Lorian!?

Estoy completamente sola en la habitación y probablemente en la casa. Pero aún así siento una presencia amenazante que parece disfrutar de lo que me sucede.

Tengo en frente a mí la puerta del baño, a la derecha la que da al pasillo y a la izquierda la cama que está particularmente inquietándome. Solo basta con extender mi brazo para llegar a abrir la puerta y mirar al menos de reojo al corredor. Pero es que simplemente no puedo.

Y entonces lo oigo, es imposible no reconocer aquella risa que proviene de la cama. Saco fuerzas de mí y con un brusco giro de cabeza hacia la izquierda logro despegarla de la inmovilidad.

-¿Aris? - digo confundida - ¿Qué haces aquí?

Aris solo ríe burlándose de mí mientras no me saca sus ojos mieles de encima.

- Estas hundiéndote sola - comenta entre carcajadas - eres patética.

Miro inmediatamente a mis pies que permanecen erguidos en los mosaicos dorados de la habitación. La risa burlona de Aris se va disipando dando lugar a una terrible tos y un atragantamiento repentino. Vuelvo mis ojos hacia él y un desesperante calor sube a mi cuerpo dejándome petrificada.

Puedo ver como una sombra negra trepa con rapidez desde abajo de la cama en formas irregulares apoderándose de ella. Entorno los ojos para distinguir mejor,  aquello no era una simple sombra sino una especie de líquido espeso y oscuro.

Aris no para de toser; en cuanto la cama queda completamente cubierta del negro, el líquido avanza hacia él introduciéndose en su boca, su nariz y sus oídos haciéndolo temblar y dar convulsiones.

Se encuentra boca arriba con los ojos negros y con pequeños hilos del líquido oscuro consumiéndolo por dentro. Yo no puedo hacer nada.

-¡Aris!- grito con todas mis fuerzas abriendo repentinamente los ojos.

Solo era un mal sueño. Una terrible pesadilla.

Quedo mirando hacia el techo recordando el rostro desesperante de Aris durante unos segundos. La sensación de verlo agonizando sin poder hacer nada es algo que me destroza el corazón. Me siento en el borde de la cama y miro las palmas de mis manos; tengo ligeras marcas semicirculares como si las hubiera cerrado en puños clavándome mis propias uñas.

Tomo mi teléfono de la mesa de noche y miro la hora: la una del mediodía. Suspiro y me desperezo, no puedo seguir en la cama, estas no eran vacaciones y René seguramente me espera para hablar conmigo.

Después de cepillarme los dientes, peinarme y vestirme me dirijo a la cocina. El hambre era como un monstruo en mi estomago que ha despertado por un apetitoso aroma a pastas que sale de allí.

Apoyo mis brazos en la barra que divide el salón de la cocina.

-Veo que descansaste - comenta René mientras remueve la olla en el fuego.

-Si, un poco - contesto antipática.

Estaba de espaldas a mí, al otro lado de la cocina pero aún así podía imaginar su gesto de desagrado con mi actitud.

Quedamos en silencio. Apoyo mi pié en uno de los taburetes y me impulso hacia arriba sentándome en la barra de tragos. El silencio sigue entre nosotros, estoy aquí como esperando a que me hable, ayer me había dejado claro que antes de darme una respuesta quería charlar conmigo supongo que de algo importante o eso creo.

AthmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora