Ese pequeño movimiento que hace al abrirla se ralentiza en cuanto percibo que ha llegado la hora. La puerta se abre a cámara lenta, de a poco puedo empezar a descubrir el cuarto y lo que se lleva mi atención: Los tres hombres al fondo del escritorio.
-Todos tuyos –comenta Hikaru haciendo que mis nervios vuelvan a aumentar al cien por ciento.
Mi cuerpo se mueve por sí solo, no estoy segura de donde sale ese impulso para dar el paso y entrar a esta oficina. Una mesa de madera robusta y un ventanal de fondo con cortinas color bordo; los candelabros en las paredes mucho más bonitos que los que están en el pasillo dan a cualquiera la misma sensación acogedora pero ahora mismo, personalmente me parece algo sombría. El despacho lujoso y la inmensidad de decoraciones que tiene quedan opacados por estos tres Hematsukis que al verme entrar dirigen su mirada de inmediato hacia mí.
Aunque no los veo a los tres de inmediato. La situación pasa en pocos segundos en realidad pero en mi mente todo es más lento y agonizante: Conforme la puerta se va abriendo y yo voy entrando, distingo al primero de ellos, al costado izquierdo de la habitación. El sujeto esta contra el ventanal, sosteniéndose el codo derecho con la mano contraria a la vez que descansa su mentón con la mano derecha. Lo observo girar su cabeza y fijar su mirada en mi; una mirada tranquila pero penetrante que cuanto más me enfoco en ella me doy cuenta que no es tranquilidad lo que transmite sino frialdad acompañada de un rostro serio.
Sigo caminando, adentrándome más en la oficina. La manera en que este hombre me observa me incomoda bastante, ya no puedo sostenerle la mirada. Es intimidante, tanto que podría jurar saber de quién se trata. No tardo mucho de correr mi vista hacia la mesa principal de la oficina, invadida por algunos libros y carpetas abiertas iluminadas por un sol de noche encendido al costado, y más específicamente al segundo hematsuki, sentado detrás del escritorio, en un sillón que se ve muy cómodo. Pero de repente, no entiendo cómo pero, simplemente al instante en que cruzo miradas con él, la incomodidad se desvanece al igual que los nervios y el miedo que sentía hace tan solo unos segundos. ¿Quién es? ¿Por qué me tranquiliza mirarlo? Concentrado en cada parte de mi rostro, en mi mirada. Estira sus comisuras en una minúscula y apenas imperceptible sonrisa que me aumentan la calma.
El tiempo termina por congelarse, suspendida en este hombre. De fondo en un sonido muy opaco, la puerta se cierra, quedándome completamente sola frente a lo que parece un tribunal.
-Bienvenida –dice entonces, el hematsuki detrás del escritorio –nos alegra que hayas decidido visitarnos –Apoya sus antebrazos sobre la mesa y une sus manos.
No puede ser. Esto no puede ser posible. Su voz suena tan suave y amigable que simplemente no puedo creerlo. No puede ser un hematsuki, me niego a pensar que el sujeto tan pacifico delante mío es un hematsuki.
-Mi nombre es Daiko –continua y se presenta pronunciando su sonrisa.
"Vamos Emma, no puedes quedarte paralizada" Me obligo a encontrar alguna palabra aunque no estoy del todo segura si quiero seguirle la corriente y parecer amable con él. Seguramente este intentando manipularme, un hematsuki puede ser simpático, amigable, atento pero es imposible que me pueda transmitir semejante calma y...paz. Definitivamente está intentando manipularme, estoy segura.
-No vine aquí por ustedes –suelto sin ningún remordimiento.
El tercer sujeto en la habitación marca su presencia en ese momento, se me había hecho imperceptible pero tras mi comentario se acerca a la mesa y apoya su mano en ella mientras suelta una risa sínica. Lo miro de inmediato, conozco el tono irónico con el que se ríe como si le diera gracia que sea ruda y antipática con ellos. Es Tadashi, aquel hombre que cruzó palabras con René en los corredores.
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Athmen
FantasiaVisitar la casa de un viejo conocido de su familia es solo el primer paso que Emma debe tomar para poder entrenar un don increíblemente peligroso que le fue otorgado. Llena de odio ella y su hermano están tramando su venganza sobre aquellos que no...