El viento sopla fuerte esta mañana.
Necesito pensar no podía seguir un segundo más en esa casa viendo el salón completamente destrozado, aquel sofá azul entre los escombros de una lucha horrible. Tampoco podía seguir mirando a Lorian a los ojos, me siento tan culpable y me niego a seguir ocultándole cosas.
Asique decidí salir a caminar. En cuanto ese tal Yoshida se fue, tomé el teléfono y llamé a Agnes, la pobre apenas balbuceaba del sueño pero al resumirle lo que había pasado aturdió mi oído con un tremendo "¡Que!" Automáticamente se la escuchaba de nervios.
-¿Y tu como estas? – repetía una y otra vez.
- Estoy bien Agnes, no te preocupes por mí – respondí tratando de que se calmara –y Lorian re está recuperando.
-Estoy saliendo para allá, llego en un momento.
Al rato ya estaba tocando el timbre de casa. Sin ánimos de limpiar los escombros fuimos a la cocina y allí le conté con lujo de detalles lo que había pasado, obviamente modificando el comienzo de la historia.
Y antes de que subiera a ver a Lorian le pedí que cuidara de él, le dije que necesitaba tomar algo de aire. Ella entendió y me dijo que me tomara mi tiempo.
Entre pasos un tanto lentos, la mirada agachada y las manos en los bolcillos, recorro las calles del frio Tokio. Este andar me recuerda el día en que llegue a aquí hace casi dos meses.
Abrumaba y algo confundida, como me sentía en ese momento, pérdida en mis pensamientos y en recuerdos que dejó aquel tipo de la cicatriz; aún escucho claramente sus palabras "Stephan te quiere muerta", su tono de voz grotesca y su fanfarroneo al hablar no es algo que vaya a olvidar tan rápido.
Mientras me hundo lentamente en mis pensamientos mis pies me llevan a recorrer sitios que nunca antes había visto en la ciudad, aunque no presto mucha atención a los paisajes.
Al ir avanzando noto que el bullicio se apaga y también el sonido de los motores de los autos, solo puedo sentir unas pocas personas caminando con ligereza a mí alrededor, los rascacielos se elevan y no puedo evitar echar un vistazo hacia arriba, me recuerdan al ejercicio de la caída que me enseñó Lorian.
Entonces la calle da una cuesta hacia abajo bastante empinada, avanzo con ligereza a través de ella casi trotando. Con la atención puesta en mi camino, la mirada en mis pies distingo de reojo a una persona frente a mí. Levanto la mirada y me encuentro con él, con Stephan.
Se encuentra casi al terminar la gran cuesta a un par de metros de mí. Sigue luciendo diferente y me atrevería a decir que luce aun más diferente, lleva ese atuendo rojizo igual a las personas que invadieron la casa anoche.
Su rostro serio y la mirada sombría, su mentón ligeramente elevado con un aire de superioridad; plantado al suelo tan seguro de sí y a la vez tan relajado que me impone miedo y me genera escalofríos por todo el cuerpo.
Ahora mismo me siento como una niña pequeña que ha hecho algo malo, que espera que su padre la regañe.
Freno de inmediato al verlo y vuelvo a ojear a mí alrededor, no puedo evitar tragar saliva, debo admitir que esta situación me pone de los nervios.
Ambos nos miramos directamente a los ojos y ninguno tiene ánimos de decir ni una palabra. Yo solo trato de parecer relajada a pesar de la tención que me genera su simple presencia.
-Entonces... - comenta al fin, alargando cada silaba de la palabra - ¿Qué haces por aquí sola?
La tranquilidad con la que habla es inquietante. Estira las comisuras dibujando una sonrisa vacilona en sus labios.

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Athmen
FantasíaVisitar la casa de un viejo conocido de su familia es solo el primer paso que Emma debe tomar para poder entrenar un don increíblemente peligroso que le fue otorgado. Llena de odio ella y su hermano están tramando su venganza sobre aquellos que no...