Demonio (Capítulo 26)

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-¿Entonces me haría el favor de acompañarme a su fiesta de despedida? Me gustaría recordarla a diario como el último día en el que la vi sonreír señorita-

-¿Aunque sea con sonrisas no del todo ciertas?- Will da una sonrisa de lado y toma una de mis manos.

-Claro que sí, porque al menos estaré seguro de que aunque sea la mínima parte de tu sonrisa era cierta. Lo demás me dará igual-

-¿Qué hacemos ahora?-

-Prepara palomitas, yo veré si puedo poner un par de películas en mi portátil-

Yo di una ancha sonrisa y salí prácticamente volando hacía la cocina buscando entre las alacenas, ahora medio llenas gracias a Edward, un pote de palomitas. Tuve prácticamente que subirme a un banco para poder alcanzarlas (¡Bravo papá, tu hija es una enana comparada a ti!) Cuando estuvieron listas me dirigí a la sala, donde Will estaba sentado configurando algunas cosas en su portátil.

-¿Por qué tu casa tiene mantenimiento si tú nunca estas?-

-Mi hermano pago a un servicio de limpieza antes de que llegáramos. Tenía la firme esperanza de que me quedaría así que pago el servicio de agua, luz e internet. Supongo que seguirá haciéndolo mientras la casa este habitada- Will dio una carcajada seca.

-Te equivocas Cass, de eso nos encargaremos nosotros-

-Claro que...-

-Sí, cierra la boca y tan solo ve la película- yo reí tímidamente y me acomode en ovillo en la orilla del sillón.

Al ver la mitad de la segunda película, después de alrededor de 3 horas y media la llamada de Anne nos distrajo del nudo de la película. Will negó y contesto a regañadientes mientras ponía el altavoz.

-Anne- dijo taciturno Will.

-Will ¿Está por ahí Cass?-

-Estoy aquí Anne- dije mientras sonreía.

-Perfecto. Necesito que se alisten chicos, la fiesta comienza en unas 2 horas-

-Creo que...- comenzó a decir Will.

-Estaremos ahí en dos horas Anne- termine.

-Más les vale, mi hermano ya convenció a su amiga para que nos deje pasar, su amiga tiene una hermana que está en la universidad de danza, al parecer tiene información sobre unas residencias estudiantiles pero de eso hablamos ahí-

-No deberíamos preocuparnos ahora de eso- yo reacciono rápidamente y arrebato de las manos de Will el móvil.

-Estaremos ahí en dos horas Anne-

-No lleguen tarde, la residencia es estricta en cuanto a la llegada y salida de visitantes-

-No te preocupes Anne- colgué mirando con ira fingida a Will.

-Casi lo hechas a perder- él ríe cálidamente. La puerta principal se abre y por instinto juvenil Will y yo nos separamos a una distancia adecuada a los ojos de mi hermano.

-¿Cass? ¿Cass estás aquí?- mi hermano entra aún más pálido que de costumbre- Will, que sorpresa verte aquí- mi acompañante nota la intranquilidad de mi hermano, por lo que se levanta sin decir nada al respecto.

-Hola Edward. Cass, me retiró, paso en una hora a recogerte, hasta luego Ed- Edward no dijo nada y espero hasta escuchar el claro "Click" de la puerta al cerrarse.

-¿Eddy, que tienes?- Edward observó a su alrededor como si alguien estuviera escuchándonos, acechándonos.

-Está luchando como la gata que es- mi hermano observaba con furia un retrato de Nía y él que colgaba de una repisa. Se acercó hasta él y lo tiró de un manotazo. Esté se estrelló hábilmente contra el suelo blanquecino.

-¡Basta Edward!- Edward trabajaba duro para mantenerse aún en sí- Tranquilo- me acerqué hasta él, tomándolo de uno de sus brazos torneados lo llevé hasta el sillón- ¿Qué demonios ha pasado?-

Edward aún miraba al vacio con furia y claramente podía leer lo que decía en sus ojos. Odio. Tenía una fiel y larga lista de odio hacía una persona, mi hermana. Su hermana. Sangre de su propia sangre.

-Esa arpía ¡SABIA QUE NO DEBÍA CONFIAR EN ELLA, CON UN DEMONIO!- él pegó un brinco del sillón y comenzó a jalar de su cabello nervioso, neurasténico.

-¿¡Qué ha pasado!?- digo cuando por fin puedo recuperar un poco del aliento que me queda.

-Sonia está jugando sucio. ¡Eso es lo que pasa! Nos está jugando suciamente. Trata de tomar como pretexto tu salud mental, trata de dirigir tus acciones, tu herencia, tus propiedades. Se las quedara ella si no comprobamos que estas perfectamente-

-¿De nuevo quieren que la haga de un conejillo de indias? ¿¡Qué demonios no te he dicho que no volveré a tocar un maldito hospital psiquiátrico!?- ahora comprendía que la neurasténica ahora era yo. Edward me alcanzó y me tomó por los hombros.

-¿No lo harás?-

-¡No, con mil demonios! ¡No lo hare!-

-¿¡No lo harás, Cassie!? ¿No lucharas por lo que papá estuvo trabajando tanto tiempo? ¡Por las únicas muestras de su amor que todavía te quedan! ¿No lucharas por el pasado, por el único pasado bueno que te queda? ¡Papá te amaba!-

-¿Y mamá? ¡Mamá me odiaba!- Edward entrecerró los ojos con fuerza.


-¡Joder, Cassie!- dio un golpe fuerte a la puerta principal- ¡Eras su hija! Nunca te odio- y fue ahí cuando llegó el momento temido. Vi a mi hermano desmoronarse en el suelo, cayendo entre lágrimas- Nunca, nunca te odio- mientras sorbía su nariz con fuerza, yo lo observaba consternada. Tenía una imagen de mi hermano por completo diferente a la que había descubierto en Australia.

Creía a mi hermano como todo un guerrero de mitología. Edward era fuerte o al menos eso me demostraba estando en el psiquiátrico. Recordaba como las enfermeras más jóvenes, como al principio Artemisa, lo veían ilusionadas. Se corría el rumor de que era el chico más deseado en su universidad por el motivo que yo creía, su valentía.

Podrá existir mucha belleza en una persona, pero si la persona esta hueca no tiene caso. Podrá existir la mujer o el hombre más apuesto en el mundo con las cualidades físicas más deseadas por todos, pero si su mente y alma no tienen sentido temo que la belleza física ha sido regalo por motivo de lastima hacía la persona. La belleza determina un panorama, las emociones y calidad mental te garantizan un futuro y desde luego la felicidad.

Veía constantemente a mi hermano como un pilar fuerte al cual sostenerme después de una gran tormenta, una gran protección para refugiarme. Edward era fuerte, más fuerte que todos aquellos hombres que se dicen "Fríos" Mi hermano daba a relucir un carácter encantador a pesar de las horribles circunstancias que podía estar pasando. Nunca lloraba frente a mí y me orillaba a nunca hacerlo, secaba mis lágrimas y me obligaba a no volver a caer en tal error. Mi hermano portaba aquello que a muchos les faltaba, valentía. Valentía a vivir contra todo y levantarse para nunca más volver a caer, arriesgarse sin importar las consecuencias, destacar por su cordura y madurez. Era el hombre perfecto.

Lo admiraba con fuerza por saber enfrentar la tormenta, las circunstancias con la cara en alto. Hasta este momento. El momento en el que todo un guerrero sucumbió ante mis ojos, pude haber visto algo fuera de este mundo, algo impactante, terrorífico o maravilloso pero nunca llegué a imaginar que vería a Edward Sanders desmoronarse frente a mis ojos. Jamás habría imaginado ver a mi hermano orillado en una esquina, feneciendo en lágrimas de desesperación, de furia intensa. Él no odiaba a nadie, era noble y fiel. Sin embargo hasta el día de hoy descubrí ese nuevo sentimiento y reacción por parte de mi hermano. Una reacción que me hacía temblar de terror. 


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