Hace un tiempo atrás...
Siempre me había considerado una chica a la que le gustaba pelear por lo que creía correcto, por más mínimo que fuera, pero si ir a la oficina de la directora concurrentemente era una de las consecuencias, hubiese preferido simplemente quedarme con la cabeza gacha en la parte trasera de la habitación, con una embolia debido al retenimiento de palabras, que pasar media hora entre cuatro paredes con una vieja chiflada que tenía una clase de atracción sexual hacia los animales de felpa. Tenía que ordenar mis prioridades.
Arrugué el trozo de papel que sostenía en mi mano izquierda, donde me acusaban de ser prácticamente una imbecil impulsiva, y giré la perilla de la oficina de la directora, dándole fin a mi vida humana, al menos por las siguientes dos horas.
Di dos pasos decididos, adentrándome a las profundidades del infierno. Pero cuando analicé la habitación, me arrepentí por enésima vez en la vida de haber abierto la puerta sin tocar antes.
—¡Mierda!— retrocedí instantáneamente cuando vi un pecho duro a medio vestir dentro de la habitación y no pude evitar preguntarme si en realidad la directora Breeze tenía plusofilia o un gusto específico por los chicos mucho menores que ella.
—¡Pase señorita Heaven!— oí la voz de Breeze y tragué saliva. Ciertamente, había peores formas de encontrar a dos personas compartiendo caricias.
Di de nuevo dos pasos, solo que ahora me encontraba realmente incomoda y fuera de lugar. Sin embargo, esa vez entrecerré los ojos al notar unas risotadas en la habitación. Cuatro chicos complemente vestidos.
Oh, vaya.
Volví la mirada en frente, hacia la directora, que mantenía su ceño tan fruncido, que podría guardar un lápiz entre los pliegues de su frente, por más asqueroso que suene eso.
Miré de nuevo hacia los infractores de mi paz, y reconocí al dueño del pecho que me crucé de bruces hace unos segundos. Abrí la boca para soltar un comentario inteligentillo, pero nada. Estaba confundida.Sus ojos miel fueron a los míos y una sonrisa perezosa apareció en su rostro. Yo realmente debía parecer una idiota con la boca entreabierta.
—¿Qué jamás habías visto un cuerpo desnudo?— sus dientes se unieron a su sonrisa, que le siguió también un asalto de risas de sus amigos.
Me crucé de brazos indignada cuando salí de mi estado estupefacto y sería realmente una idiota ciega si no supiera de quién se trataba: el grupo de chicos con más testosterona en el colegio, capaces de hacer que las idiotas del instituto subieran sus faldas al menos 10 centímetros en tiempo récord. Oh, ¿mencioné que les sumaba varios puntos al sexómetro tener una banda de rock?
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Never said to Heaven
Teen FictionAdvertencia: No te enamores de él. Una tarde en detención, un mujeriego, una chica borracha y una fiesta que ella olvidó. ¿Qué podría salir mal? Detrás de cada hombre hay un pasado. Detrás de cada chica hay un hombre que está siendo amado equivocad...