17. Síndrome de Kermit [Editado]

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–Ve preparando tu cadáver, creo que tengo que dar una baile erótico sobre él

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–Ve preparando tu cadáver, creo que tengo que dar una baile erótico sobre él. Tu idea, no la mía— dijo Otto en voz baja cuando pasó a mi lado después de que la tía Mey le hubiese invitado amablemente a pasar. Si, tía Mey tenía una debilidad por los rubios.

Rodé los ojos y fui hasta el comedor, él siguió mis pasos con una sonrisa estupida pegada en todo su rostro. Tía Mey no dejaba de mirarlo maravillada.

—¿Piensas estar así?— dijo mi madre y señaló mis pantuflas de conejo. Las miré y fruncí el ceño, no era mi idea original quedarme con ellas a comer pero tampoco es que estuviéramos fuera de casa.Y eran muy cómodas...

Me encogí de hombros: —Tal vez.

Mi madre resopló, sin embargo podía ver su diversión en su rostro:
—No tienes remedio.

Un carraspeo me distrajo de la conversación. Los ojos de mi madre viajaron al rubio que estaba a mi lado, parecía sorprendida.

—¿Vas a presentarme a tu amigo, Heaven?— cuestionó mi madre, haciéndome una entrevista completa con los ojos.

Antes de que yo pudiera abrir la boca, Otto extendió una mano y le brindó una sonrisa encantadora a mi madre.

—Otto Curtois, señora Riddle. C'est un plaisir— mi mamá tomó su mano fascinada.

—¿Eso es acaso francés?— Otto asintió a mi madre y le sonrió radiantemente. El efecto Curtois aplicado en mi madre. Sin embargo, mi madre me miró un poco sorprendida —Vamos, siéntate. Heaven, ¿me acompañas a la cocina?

—Vale, madre— le seguí los pasos, pero justo cuando pasé al lado de Otto susurre en su oído — ¿De verdad? ¿Frases en francés? ¿A qué juegas?

Me sonrió con diversión y supe que sólo estaba haciendo lo que se le daba mejor: conquistar chicas.

Seguí a mi madre hasta la cocina. Ella se apoyó en la encimera y me miró con los ojos más abiertos de lo común.

—¿Ese Otto es el mismo Otto de Scarlett?— susurró/gritó hacia mi.

—Si— solté — Pero sólo somos amigos.

—Heaven tú sabes que— la interrumpí.

—Lo sé, mamá. No soy tonta ¿podemos irnos ahora?

—Vale, pero ve a ponerte tus tacones— quise protestar pero mi madre me lanzó esa mirada retadora típica de las madres que me hizo callar y subir rápidamente por los zapatos.

Never said to Heaven Donde viven las historias. Descúbrelo ahora