23. Bienvenida a la realidad

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Otto abrió los labios y comenzó a acariciar con ellos los míos

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Otto abrió los labios y comenzó a acariciar con ellos los míos. Tomó mi cuello con dulzura, y todo en mí era un manojo de nervios y emoción, jamás había presenciado algo tan intenso.

Atrapó mi labio inferior entre sus dientes con vehemencia, y exhalé contra sus labios en respuesta. Cada fibra de mi cuerpo parecía vibrar, el alcohol en mis venas y la sensación tan apasionante se apoderó de mí, me di cuenta que jamás había sentido algo así, tan potente, ni siquiera con Dev, que había querido tantos años.

Ni siquiera con Dev, mierda.

—Dev— mascullé sobre los labios de Otto, haciendo que se alejara y me mirara con el ceño fruncido, después su expresión pasó a ser una enojada, frustrada. Abrí los labios cuando me di cuenta del error que había cometido.

—¿Dev?— dudó afectado —¿Suspiraste en mis labios el nombre de ese idiota?

Negué con la cabeza e intenté acercarme, pero volvió a dar un paso hacia atrás. Fue como si hubiera estado drogada por Otto, me había dejado llevar tanto por el momento, sin recordar lo que realmente significaba todo.

—No, Otto— trate de explicar — Déjame explicarte...

Se rió con sarcasmo, sus ojos se volvieron opacos, abandonando el brillo tan característicamente miel en ellos.

Se pasó el dorso de la mano por la cara y luego por su cabello rubio con frustración. Dio un paso más atrás, alejándose.

—No quiero —carraspeó — ¡No quiero que digas el nombre de Dev cuando estés besándome, mierda! No cuando desee esto toda la noche.

—Otto, escucha — di tres zancadas hacia él y puse una mano en su rostro —, Yo quiero a Dev y tú sólo...

—¿Yo sólo que? Termina, anda.

—Tú sólo quieres a las mujeres para sexo, para pasar el rato.

Río sin una pizca de humor.

—Y porque soy un mujeriego sin escrúpulos entonces no tengo derecho a sentir como me sentí antes ¿no? ¿A quién vas a engañar? Estabas inmersa en nosotros tanto como yo.

—Si— lo acepté—, de eso se trata dejarse llevar, Otto. Tal vez es normal para ti, pero yo no acostumbro besar a mis amigos, por más guapos y atractivos que sean, creo que todo esto se nos fue de las manos.

Supe que algo andaba realmente mal cuando no soltó un comentario egocéntrico tan suyo.

—¿Estás diciéndome que me besaste simplemente porque sí? ¿Por qué yo estaba adelante?— inquirió con enojo, pero no despegué mi mano de su mejilla.

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