22. Blue October [Editado]

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En cuanto abrí los ojos noté muchas cosas

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En cuanto abrí los ojos noté muchas cosas.

Noté, por ejemplo, que mis shorts se habían enrollado creando un extraño parecido a mis bragas. Noté también que el brazo de Otto seguía tocándome aunque no de la misma manera. Pero, sobre todo, me di cuenta de lo apetecible que se veía Otto tendido allí sobre mi cama, con sus pies saliendo unos centímetros por el borde, sus labios levemente separados agregando su cabello más alborotado de lo común cayendo sobre su frente y su torso desnudo donde, sin poder evitarlo, tuve el impulso de untar mantequilla de maní.

Ni siquiera me gustaba la mantequilla de maní, pero dadas la circunstancia y que era lo único semejante que se encontraba en la alacena podría hacer una excepción. Estaría loca como una cabra si no aceptara que me sentía algo atraída hacia Otto, pero no era de gran importancia porque todas las mujeres con ojos lo están. Por supuesto que no se comparaba en lo absoluto con lo que sentía con Dev, mi corazón flanquea un tanto cuando estoy con él, algo normal con un sentimiento sutil a diferencia de Otto, cuando mi corazón se desemboca y me siento con ganas de echar afuera mi cena, es algo más alocado, como una advertencia de peligro.

—¿Ya estás desayunándome con la mirada? ¿No crees que es muy temprano para almorzar?—su voz sonó sexy y grave, muy grave. Aparté la mirada cuando abrió los ojos y los clavó en mi rostro.

—Buenos días para ti también— contesté con expresión irónica.

Otto sonrió y se removió el cabello, miró hacia mi mesita de noche y suspiró al clavar su vista en reloj.

—Debo irme, hay ensayo intensivo con los chicos. Te veo a las dos ¿vale?— me miró entonces con sus ojos incubados por el sueño y, para mi desgracia, se veía demasiado apetecible. Cualquier otro se vería como una fea momia salida de una película de los ochentas, pero no, Otto jamás se vería de esa forma. En ese momento me daban ganas de salir a gritarle a los dioses de los genes: ¡gracias por colmarme la paciencia haciendo un hombre tan comestible!

Me dio un toque en la nariz y de un salto salió de la cama, colocándose en su sitio su camiseta, mis hormonas se sentían realmente decepcionadas.

Me desperece a duras penas y me senté en la cama, sintiendo la mirada del rubio francés en mí.

Sonrió con extrañeza a lo cual yo le miré interrogante.
—Tu siempre eres así. Es decir, tan natural. Ni siquiera te importa bostezar y estirarte frente a mi. Normalmente las chicas tienen pudor para eso, pero tú— sacudió la cabeza. Ni siquiera me había dado cuenta de eso, por un segundo incluso quise sentirme avergonzada, ya me imaginaba lo ridícula que me vería abriendo la boca y estirándome como un cavernícola—. Y ni te atrevas a avergonzarte. Es lo más sexy que he visto nunca.

Sonrió con burla ahora, obligándome a tomar una almohada y lanzársela con todas mis fuerzas. Otto la tomó sin esfuerzo antes de que se estampara contra él y me guiñó el ojo.

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