27. El secuestro

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—Entonces, ¿conociste al abuelo de Otto?— respondió Eleine a través del móvil.

—Si, bueno...

—¿Y seguiste con ellos más tarde?–volvió a hablar.

—Otto me lo pidió. Pero su abuelo había ido porque cree que es un día triste para él y entonces, cuando el viejo le comenzó a cuestionar sobre porqué es que trabajaba si no lo necesitaba, me escabullí sin más.

Mi amiga bufó—Eres tonta.

–¿Por qué sería tonta?— entré al cuarto de baño, sin escuchar los usuales quejidos de Effie.

—¡Porque él quería pasar ese día contigo!— me explicó cómo si yo fuera realmente estúpida.

Justo en ese momento, Courtney Hamilton entró con prisa mirando a su móvil y se encerró en un cubículo. Un segundo más tarde, Alexa, la chica pelirroja y de piernas kilométricas entró hecha un torbellino y comenzó a aporrar todas las puertas con las mejillas sonrojadas. Cuando llegó al cubículo en el que Courtney se encontraba chilló con desesperación.

Se metió al cubículo vecino y escaló sobre el retrete hasta poder inclinarse a donde se encontraba su supuesta amiga, gritando y chillando con desespero, ninguna se había dado cuenta de mi presencia.

Carraspee y Alexis me devolvió la mirada, descolocándose por completo. Sus ojos se abrieron como platos y se bajó del retrete, acomodándose la falda como si nada pasara.

—Heav, mi abuela está amenazando a los vecinos con matar a su perro de nuevo. Hablamos luego— terminé la llamada y tomé una toalla de papel.

—¡Por Dios! ¿Cómo es que no me mostraste esto antes?– Courney salió echándose el cabello rubio platinado hacia atrás —Estas fotografías son...

Sacó la mirada de su móvil para dirigirla hacia mí. Luego miró hacia Alexis y guardó el móvil despistadamente, como si no me hubiera dado cuenta de que escondían algo.

Después del incidente, ambas chicas salieron como si su alma la llevara el diablo. Caminé por los pasillos buscando a Otto para preguntarle cómo le había ido con su abuelo. Todavía tenía una hora libre.

Encontré a Maurice de espaldas, enfrascado en lo que sea que hubiese en su casillero. Me acerqué dispuesta a preguntar por mi amigo, pero cuando tomé su hombro se dio la vuelta rápidamente, y me retiró la mano con asco. Frunció el ceño.

—Eh, ¿sabes dónde está Otto?— le dije, sin saber cómo tomarse su trato. ¿Olía feo o algo?

Se encogió de hombros.
—No lo sé. Últimamente está más contigo, dímelo tú.

Rodé los ojos para que él notara que su comportamiento de gilipollas arrogante me molestaba y me di la vuelta. Cuando llegué al borde de las escaleras noté que Tim y Theo rodeaban todo el cuerpo de Zac con plástico de burbujas. Sonreí. Uno de los gemelos comenzó a darle vueltas y después Zac se tendió en el piso al filo de la escalera y comenzó a rodar, bajando por ellas. Solté un grito ahogado y corrí escaleras abajo, donde el chico se encontraba boca abajo.

Entonces comenzó a retorcerse.
—¿Cuánto hice?— preguntó Zac.

Miré al frente, no me había dado cuenta de que Otto estaba allí, recargado en los casilleros con un cronómetro en la mano. Me sonrió con satisfacción.

Never said to Heaven Donde viven las historias. Descúbrelo ahora