—Pase— la directora abrió la puerta de su oficina de par en par, entré y volví a sentarme en el sofá de una plaza, ya estaba volviéndose una costumbre tratar de no moverme para evitar ese ruido molesto que suena como un gas, e intentar no tocar los bordes interiores del sofá, hasta la fecha, había encontrado dos gomas de mascar, cinco centavos, una tarjeta firmada de Michael Phelps y una nota de auxilio.
—Directora, eh... ¿Dónde está Otto?— dije mirando la manera en la que acariciaba el gato de felpa a su lado con suma delicadeza.
—Él se presentó antes que usted, señorita.
—Vale.
—Escuche, no es lo que cree...— comencé a decir señalando las repisas que ahora se encontraban sin muñecos.
—Está bien, no se moleste. El señor Curtois ya me lo ha dicho todo.
—Ah ¿si?— con testé desconcertada.
—Si, así que no es necesario que...
—Escuche, no se lo que le dijo pero no es cierto.
—¿No es cierto?— la señora arqueó una ceja —Se supone que no le diga esto, señorita. Otto me dijo que no le dijera nada a usted.
Y una mierda que no me dice.
—El señor Curtois me dijo que él tuvo toda la culpa.
—Pero eso...
—Y antes de que diga algo, él me advirtió que no le creyera. Que usted intentaría defenderlo porque tiene un hmmm... Enamoramiento con él.
— ¿Enamoramiento? ¿Eso le dijo?— inquirí mientras mi cuello comenzaba a picar en él área de la nuca.
—Si y te entiendo. Yo también tuve tu edad, entonces sé que cuando un chico guapo se acerca, provoca sensaciones en tu cuerpo difíciles de explicar. Y sé que muchas veces ese amor no es correspondido.— me lanzó una mirada de lástima — Cuando yo tenía diez y siete años había un maestro del cual todas las chicas estábamos enamoradas. Yo tenía unos grandes pechos y caderas jugosas, así que use lo que estuvo en mi poder para que él...
—Vale, suficiente. No quiero escuchar más sobre eso— intenté reprimir las arcadas una vez que la profesora comenzó a llenarse de lujuria contando sus anécdotas de 'pechos grandes' y 'caderas jugosas'. ¿Jugosas? ¿Quién dice eso?
Después de huir prácticamente de la directora, tuve la buena suerte de que la clase siguiente fuera historia, con el señor Camill. El profesor maldice siempre que puede y la mitad de su clase se la pasa dando promoción a su banda punk, lo cual me dio tiempo para dormir un medio de casi clase.
Cuando llegué finalmente a mi casillero encontré a Dev, acomodándose las gafas sobre la nariz en una pose relajada pero seria. Su aspecto hizo que mi corazón botara en mi pecho, cuando me miró, sacudió su camisa azul celeste, que combinaba especialmente con sus ojos.
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Never said to Heaven
Teen FictionAdvertencia: No te enamores de él. Una tarde en detención, un mujeriego, una chica borracha y una fiesta que ella olvidó. ¿Qué podría salir mal? Detrás de cada hombre hay un pasado. Detrás de cada chica hay un hombre que está siendo amado equivocad...