25. Bonfire Night

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Después de todo el alboroto del intercomunicador, todo el mundo no dejó de mirarme, de alguna y otra manera, más no me tomé el tiempo a analizar cada una de ellas, tenía cosas mejores que hacer como ponerme limón en los ojos

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Después de todo el alboroto del intercomunicador, todo el mundo no dejó de mirarme, de alguna y otra manera, más no me tomé el tiempo a analizar cada una de ellas, tenía cosas mejores que hacer como ponerme limón en los ojos. Dev se despidió de mí con un beso y un 'te veo luego'.

—¡Espero que me reconozcas después de la cirugía, bomboncito!— deseó la tía Mey por la video llamada, tomándose la nariz.

—Pero tía, tu personalidad la reconocería donde fuera— sonreí.

—Bueno y ¿cómo va todo por allá? ¿Tus padres? ¿El rubio candente? ¿Has recuperado tu telescopio, ya?

Fruncí la nariz con algo de desagrado.
—Huh, no. No le pongo mucha importancia— mentí porque supe que si le decía la verdad, insistiría en comprarme uno —En cuanto a Otto, ya sabes, él está...Siendo él.

Mi tía alzó una perfilada ceja invitándome a seguir; carraspee.

—Bien. Nos peleamos, ¿de acuerdo? Fue un mentiroso, algo que realmente odio y sé que no necesito en mi vida, pero...

—Pero lo extrañas— terminó por mí. Asentí con pesar.

—Lo extraño realmente. Es extraño, su presencia siempre fue tan imponente y ahora: nada. Nada de él, de sus bromas o de sus consejos— expresé.

—Pues perdónalo.

—No es tan simple como eso— recordé, me había prometido no cargarme con personas que engañaran, que pudieran ser de todo menos honestas.

—Si lo es, lo extrañas, entonces perdónalo. No te digo que lo olvides, pero no te prives de tener un... amigo que te hace sentir bien, todas las personas cometemos errores, pero las personas no se definen por ellos, se definen en cómo tratan de arreglarlos. ¿Te ha perdido perdón?

Sonreí al recordar el alboroto hoy por la tarde en el instituto.

—Creo que ese es un sí— continuó la tía Mey —entonces, ¡qué esperas! ¡Llámale!

Asentí con la cabeza dispuesta a hacerlo y me despedí de mi tía, mi señora favorita siempre, siempre me ayudaba a poner en orden mis ideas.

Bajé las escaleras rumbo a la cocina, quería darme fuerzas antes de llamarle, sin embargo,muna figura alta y atlética me hizo sobresaltar cuando me encontraba en el último escalón.

—¿Pero qué mierd...?— maldije —¿Cómo es que estás aquí?

—Ustedes tienen un grave problema con las cerraduras, ¿sabes que existen para cerrar la puerta, no?— preguntó con sarcasmo mientras se alejaba de la pared para ir en mi encuentro. No sabía qué hacer, es decir, no lo esperaba. Mi corazón martilleaba en mi pecho con furia.

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