20. La gran broma II [Editar]

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—¿De verdad no querías estar en la fiesta?— le pregunté. Habíamos salido de la casa con dos bolsas, caminábamos por la acera con niños de disfraces diferentes entre nosotros.

—No tenía motivos para ir— me miró — me divierto más contigo, Robin.

No le respondí. Él señaló una casa donde una viejita estaba repartiendo dulces.
Nos acercamos y abrimos la bolsa mirándola.

—¿No son muy grandes para pedir dulces?— preguntó la viejita.

–No tanto— Otto sonrió de forma desarmadora, justo de esa forma que lo hacía obtener no que quería.

¿Por qué sonríe así tan... Encantadoramente?

La mirada de Otto viajó y se estancó en la mía, y la comisura de sus labios se elevó más del lado izquierdo.

—Así que, ¿crees que tengo una sonrisa encantadora, Robin?— dijo con voz grave, el idiota sabía el efecto que tenía en todos cuando sonreía de esa forma y hablaba de aquella.

Fruncí el ceño.
—Como si tú no lo supieras, francés idiota.

—Oh, son novios. Qué lindos muchachos, lo hubieran dicho antes— dijo con emoción la viejita mientras tiraba un puño de dulces en cada una de nuestras bolsas— hace años que no veo una de esas miradas cómplices. Ya no los hacen como antes.

Yo iba a hablar, negando, pero Otto pasó su brazo por mis hombros y volvió a sonreír.

—Gracias, señora.

La señora le guiñó un ojo, encantada con el rubio.

—¿Lo de la presentación de Blue October sigue en pie?— me preguntó después de volver a caminar hacia otra casa.

—Si, ¿a qué hora nos vemos?— le cuestioné.

—Supongo que podemos vernos en tu casa— volvimos a extender nuestras bolsas hacia una pareja de señores que dejaron un par de paletas allí.

—No te ves muy bien— dijo mirándome con una ceja alzada.

—¿Gracias?

Negó con la cabeza, haciendo que su cabello se revolviera.

—No, quiero decir...¿te encuentras bien?

Asentí dudosa de contarle lo que me molestaba. Al fin y al cabo, no haría daño decirle.

—Bueno... Mi padre empeñó mi telescopio, me pone mal el tema.

Volvimos a obtener dulces, al parecer a todo el mundo le gustaban nuestros disfraces combinados.

—Mierda, no sé qué decirte, yo sé que eso es importante para ti— se frotó su cuello con la mano mientras caminábamos.

Recordé todas las veces que hablamos sobre eso, todo gracias a su madre; siempre se sentía tan bien hablar de ello, él era inteligente y culto aunque no daba ánimos de mostrarlo.

—Esto se está volviendo un problema gordo. Ni siquiera podría proponer comprar otro sin que mis padres me dijeran algo sobre comprarle labiales u otra maldita cosa superficial a Scarlett— repuse.

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