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Camila's POV

—La situación está algo complicada. —Escuchaba a mi abuelo decir de fondo. Mientras, yo miraba por la ventana hacia el rancho de los Jauregui. —Ahora que...

Perdí el hilo de sus palabras, simplemente mirando la enorme barbacoa que estaban haciendo con algunos amigos que habían llegado. Lauren estaba al frente de la parrilla con una pinzas en la mano y un trapo al hombro con el que se secaba el sudor cada dos minutos.

—Tom, vamos, siéntate a cenar, ya arreglaremos eso luego. —La voz de mi abuela me sacó del mundo en el que estaba metida, y mi abuelo sonrió al mirarme.

—¿Está rico, Karla? —Mi abuela me acarició el brazo, y asentí.

—Sí, pero ya he terminado. —Mi plato estaba casi vacío, y miré la encimera de la cocina. Sobraba un trozo de asado, verduras y bastante puré de patatas. Mis abuelos comían. —Abuela, ¿puedo llevarle un poco de cena a la vecina de al lado? —Al mirar a Lauren, vi que se dolía de las manos, probablemente porque el calor que hacía en la parrilla la abrasaba.

—Claro, pero no creo que ahora quiera hablar con nadie. —Mi abuelo alzó las cejas, cortando un poco de asado para llevárselo a la boca. —Mejor cuando termine la parrillada, ¿vale?

Esperé.

Me senté en el columpio que teníamos en nuestro porche, con un vaso de limonada y un libro sobre el barroco italiano, y la vida y obras de Bernini. Pasó una hora, y el vaso de limonada desapareció, yo había leído ya más de cincuenta páginas del libro, y la cena poco a poco iba acabando. Ya no quedaba más carne, y Lauren parecía un poco confusa. Sus tíos y sus primos parecían totalmente integrados con el otro grupo de amigos, y Lauren también lo estaría, pero estaba demasiado cansada. Se puso un par de trozos de carne y caminó hasta unas sillas que estaban más alejadas, casi pegando con la carretera de tierra que dividía las dos casas.

Empapé un paño en agua y me encaminé hacia ella, que esperaba a que su comida se enfriase mientras los miraba a todos.

—Hey. —Tan rápido como pronuncié esas palabras, alzó la cabeza. —¿Puedo sentarme a tu lado? —Asintió y me acomodé en la silla, mirando sus manos. —No sé mucho sobre heridas y eso, pero mi abuela siempre nos ponía paños mojados en las manos cuando nos quemábamos. —Tomé su mano derecha, y la rodeé con el paño. Lauren suspiró de alivio.

—Muchas gracias. ¿Quieres? —Con su otra mano ofreció un poco de asado, y negué arrugando la nariz.

—Gracias, pero ya he cenado. —Subí las piernas a la silla, mirando a su familia y a los amigos que estaban allí. —¿Conoces a alguno?

—No. —Soltó una risa y se llevó una costilla a la boca, dándole un mordisco. —Por eso hice yo la parrillada. Cincuenta dólares extra. —Sonrió torciendo los labios.

—¿Tu tío te paga? —Asintió, encogiéndose un poco de hombros.

—No es mucho pero... Me dan de comer, tengo mi habitación y... No sé. Aunque a veces es duro. —Dijo mientras comía, y sacó la mano del paño; el quemazón había desaparecido y ahora estaba de un tono más normal.

—Entiendo. Trabajar en el campo siempre es... Complicado. —Lauren asintió, cogiendo el trozo de costilla con las dos manos.

—Además, no quiere que salga mucho. Y... Mientras trabajo, no puedo hablar con la gente. —Murmuró en voz más baja, chupándose el dedo manchado de salsa barbacoa.

—¿Puedo hacerte otra pregunta? —Asintió, cogiendo el trapo y se lo pasó por el cuello y la frente para refrescarse. —Cuando viniste a comer a casa de mis abuelos... ¿Tenías tanta hambre? —Movió la cabeza para afirmar. —Y me dijiste que tu tía te tenía preparado... ¿Un sándwich?

la chica del maíz; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora