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Lauren's POV

El olor a café recién hecho me levantaba sin apenas esfuerzo. Eran apenas las nueve, y por el ventanal vi cómo los copos caían en los árboles. Camila no estaba a mi lado, suponía que había hecho café.

Me recogí el pelo enmarañado en una coleta, me lavé los dientes y la cara, y caminé hacia el salón. Camila ponía el desayuno en la mesa de la terraza, viendo cómo nevaba a través del cristal.

—Buenos días. No hacía falta, ¿sabes? —Sonreí dándole un beso, sentándome frente a ella.

—Me apetecía. Me levanté muy temprano. —Bebió de su café, y yo revolví el huevo con el beicon, llevándomelo a la boca. —¿Está rico?

—Mucho. ¿Cómo estás hoy? —Tomé mi taza dándole un gran trago al café, frunciendo el ceño. Ella sonrió un poco.

—Mejor. Me gustó mucho eso de ir con los niños a comer, además, se te dan bien. —Rodeó la taza con las dos manos, quizás para sentir el calor. Mi móvil comenzó a sonar y me levanté para cogerlo de la mesa del salón.

—¿Sí?

—¿Lauren Jauregui? —Volví con Camila, quedándome de pie con la taza en la mano.

—Sí, soy yo. —Bebí un sorbo de café.

—Soy Preston Baltimore, el entrenador de las Jaws de Vancouver. Te he visto nadando este último mes y... La verdad es que me he quedado sorprendido. —Tragué saliva mirando a Camila con el ceño fruncido.

—Gracias, señor.

—¿Querrías venir a entrenar con nosotros algún día? Probar, nada más. Quiero verte más a fondo. —No supe qué decir. Ahora iba a llevar el caso de la familia de Camila, más todo lo que tenía ahora con el señor Trapanello y los demás casos.

—Sí. —Dijo Camila cortante, levantándose de la mesa. —Sí, dile que sí. —Me quitó el móvil de las manos. —Sí, estará allí mañana sin falta. —Y colgó. Sí, odiaba el defecto de mi móvil, que podría escucharse una conversación a kilómetros de distancia.

—¿Qué has hecho? Has tomado una decisión por mí. Esto repercute a mi trabajo, a nuestra relación, a todo. —Ella dejó el móvil en la mesa de forma algo brusca, y me miró con dureza.

—He estado viéndote vivir a duras penas desde hace siete meses. No eres feliz por mucho que me digas que sí, por mucho que vayas a la piscina. Tienes la oportunidad de cumplir tu maldito sueño, tu sueño real. —Ella suspiró negando, cerrando los ojos.— Te quiero y te quiero a mi lado, pero sobre todo quiero verte feliz. Porque chicas hay muchas, pero sueño sólo hay uno y es difícil de encontrar. Así que ve a por ello, Lauren, porque la vida es corta y no sabemos dónde vamos a estar mañana.

—Te aseguro que chicas como tú sólo hay una. —Nos abrazamos fuerte. Como hacía tiempo que no lo hacíamos. Con sentimiento, con apoyo. Como si fuese mi amiga, porque lo era. Como si estuviese orgullosa de mí.

—¿Me prometes que vas a darlo todo en ese entrenamiento? —Asentí al separarme.

—Te lo prometo.

* * *

Me puse las gafas en el vestuario mientras todas las chicas cuchicheaban a mi alrededor. Mojé el gorro, siempre ayudaba para ponérmelo mejor. Me miré en el espejo, solté un poco de aire entre mis labios. Abrí las puertas del vestuario hacia la piscina, donde estaba el entrenador Preston con su carpeta en la mano, mirando a sus nadadoras con el ceño fruncido.

la chica del maíz; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora