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Camila's POV

Habían pasado ya varias semanas desde que llegué a Vancouver, y aunque la ciudad me enamoró paulatinamente con el paso de los días, el recuerdo de Lauren seguía intacto. En mitad del trabajo, comenzaba a pensar en ella y en todos los recuerdos que teníamos. O antes de dormir me imaginaba cómo sería que ella estuviese aquí. Cómo sería que fuésemos a ese restaurante italiano que descubrí hace unos días, y cómo ella se comería los espaguetis manchándose toda la boca, porque así era ella. También me imaginaba cómo sería dormir con ella, verla en la piscina de mi edificio que la mayoría de las veces estaba vacía.

Pero lo peor de todo y algo que siempre llevaré conmigo, es que nunca hicimos el amor. Tuvimos sexo, tuvimos muy buen sexo, pero ni una pizca de sentimiento en él.

Las semanas pasaban y no había rastro de Lauren. ¿Estaría bien? ¿Se habría olvidado ya de mí o aún tenía algo de mí en sus recuerdos? No lo sabía, pero ahora tenía que seguir con mi vida. Tres semanas habían pasado, y para mí parecía un año completo, con sus 365 días.

—Museo Nacional de Arte de Vancouver, ¿en qué puedo ayudarle? —Respondí al teléfono mientras veía a un chico entrar con varios vasos de café. —Oh, sí, señor Lapièrre. ¿Los documentos? —El chico se acercó a mí y puso un vaso en mi mesa, articulando un 'gracias' con los labios. —Aún no se han estipulado los términos de la exposición, así que no he podido entregarlos todavía. —Cogí el bolígrafo y comencé a apuntar en un pequeño papel encima de la mesa. —Puede pasarse cuando usted quiera para firmar el contrato sí. La fecha de la exposición aún no puedo decírsela porque no se ha hablado aún, tiene que venir usted mismo. A usted, de verdad. Le esperamos por aquí. —Colgué el teléfono y cogí el vaso de café, dándole un trago largo. —¿Y este café?

—Este es Spencer, uno de los becarios. —Lo señaló Cassie sin apartar la mirada de la pantalla. Él levantó la mano y me saludó airadamente. Era alto, espigado y flacucho, rubio y ojos azul claro. —¿Te gusta la nueva, Spenc?

—Te gusto a ti, Cassandra. —Dije levantándome de la mesa yendo hacia la impresora, que sacaba unos informes.

—Mmh, me gustan menos femeninas, ¿sabes? Algo rudas y que sepan ponerme en mi sitio. —Me parecía increíble estar escuchando eso, porque si Lauren estuviese aquí, se le habría tirado al cuello. Así que, por esta vez, había algo positivo en que Lauren no estuviese aquí.

*

Lauren's POV

Después de unas semanas me quitaron los dos pequeños puntos de sutura que tenía en el hombro. Ni siquiera quería saber cómo me operaron, me daba asco el simple hecho de pensarlo. Me pusieron el brazo en cabestrillo, y me pasé una semana en la cama con calmantes para el dolor, pero por suerte, a la segunda semana remitió. Podía bajar a comer con mis padres, o comer en sí ya era un logro.

—¿Estás mejor? —Mi padre caminaba conmigo por el parque, era la primera brisa de aire fresco que tomaba desde la operación. Asentí levemente mirando al frente. —A tu hombro, me refiero.

—Supongo. —Respondí viendo cómo se ponía frente a mí, separado por unos metros con su pelota de béisbol en la mano.

—¿Qué te ocurre? —No hablé, sólo levanté el brazo izquierdo para recibir la pelota y se la lancé a él de nuevo.

—No quiero hablar de ese tema. —Dije recibiendo la pelota, lanzándola aún más fuerte.

—Tienes que hablarlo. No puedes encerrarte ahí toda tu vida, Lauren. —Tiré la pelota y caminé hacia un banco del parque, sentándome en él enfadada. Mi padre no entendía nada, mi padre no entendía que me dolía demasiado todo esto. —¡Cuéntamelo!

la chica del maíz; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora