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Camila's POV

En Vancouver ya hacía frío. En Vancouver, el otoño entraba en septiembre. Y el otoño de Vancouver, era como el invierno en cualquier parte del mundo. Tardé unas cuatro horas en colocarlo todo en mi apartamento, pero al fin estuvo todo listo excepto mi habitación.

Tenía una gran cristalera desde la que se veía todo el centro de la ciudad a lo lejos y la bahía que lo separaba a mis pies. Un parque verde enorme, y el bosque rodeándolo todo. Agradecía que el salón también tuviese aquella enorme cristalera. La cama tenía un edredón gris con sábanas blancas, y el armario ahora estaba lleno de mi ropa.

Sólo quedaban unas cuantas cosas por poner, y eso era lo que estaba en mi mesita de noche. En Miami imprimí las fotos que tenía con Lauren y una de ellas, la que tenía besándola en la arena, la coloqué en mi mesita de noche. Las fotos del photobooth del bar me las guardé en el bolso, en la cartera para que no se doblasen.

Su desodorante estaba en el primer cajón de mi mesita de noche, no entre mis cosas de aseo.

Me puse el bikini y subí a la última planta, donde había una piscina con una cubierta transparente, que te dejaba ver el cielo. Las nubes grises cubriendo la ciudad.

Quería sentirme cerca de Lauren. Quería a toda costa estar cerca de ella, así que me metí en el agua y miré al cielo. Ese no era el mismo cielo que Lauren estaría viendo. Ella miraría al sol, al azul de Carolina del Norte. Olería al verano y no a tierra mojada por la lluvia. Se daría baños en el lago y yo sólo podría hacerlo en esta piscina climatizada.

Era bastante triste y deprimente. En casa no se escuchaba nada aquella noche. Ni grillos, ni el viento moviendo el maizal, ni a mis abuelos hablando en el salón, nada. Sólo el sonido de las verduras salteándose en la sartén. Encendí la televisión incluso para no sentirme tan sola.

El día siguiente no fue tan malo porque empezaba a trabajar, y todo se me olvidó un poco. Me enseñaron mi puesto y lo que debía hacer. Puse mis cosas en él. Un taza con un par de bolígrafos y en la esquina superior del ordenador, puse mis fotos con Lauren en el photobooth. Sonreí al verla, de alguna forma seguía conmigo.

Pero después de aquél día de trabajo, el llegar a casa era básicamente lo mismo, aunque bueno, ahora tenía trabajo y me sentaba en la mesa del salón con una copa de buen vino a mirar los informes y traspasos de las nuevas exposiciones que se harían en el museo.

El segundo día, no estuvo tan mal.

El tercer día fue mejor. Para empezar, me duché y me vestí, y me eché el desodorante de Lauren. Olía a ella, y quizás eso me hizo estar un poquito más feliz. Probé el café canadiense y dios, era maravilloso. Tenía toques a canela, casi no hacía falta echarle azúcar. Era delicioso, además el dependiente me atendió con una enorme sonrisa.

Al llegar al Museo y pasar la tarjeta para fichar, me senté en mi mesa y encendí el ordenador, mirando algunos papeles que habían dejado encima de mi mesa.

—Wow, parece que alguien ha dormido esta noche con su novio. —Dijo una chica pasando por mi lado. Sonreí un poco, viéndola dejar su bolso en la mesa.

—No tengo novio. —Respondí mirando la pantalla del ordenador, abriendo algunos archivos. —Es más complicado que eso.

—¿Es que eres lesbiana? —Preguntó pintándose los labios mientras sostenía un pequeño espejo ante ella.

—Sí. ¿Cómo te llamas? —Ella guardo su maquillaje y encendió su ordenador también.

—Cassie. De Cassandra. Veinticuatro años, matrícula de honor en la universidad de Columbia. ¿Tú? —No separaba la vista del ordenador, tenía demasiadas cosas que hacer.

la chica del maíz; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora