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Lauren's POV

Llamé a la puerta trasera de los O'Donnell, porque en la delantera nadie respondía. Dejé la caja en el suelo, y escuché unos pasos aproximarse a la puerta. Era Camila, que abrió con una sonrisa.

—¿Está tu abuela? —Pregunté yo, con las manos en la cintura.

—Durmiendo la siesta. ¿Qué les traes? —Bajé la mirada a la caja y ella bajó los escalones, pasando su brazo por mi cintura.

—Pollos. —La miré a los ojos, pasando mi brazo por sus hombros. —¿Puedes dárselos tú? —Asintió, y me incliné para besarla, pero Camila se apartó con la nariz arrugada. —Creía que...

—Lo de ayer fue un error... —Suspiré al escucharla, y me separé de ella, quitándole el brazo de encima. —Mira, lo siento, pero es que...

—Deja de confundirme. —Dije alejándome de espaldas, negando. —Porque así me vas a hacer más daño. Si quieres que me aleje lo haré, pero no me digas que hoy no, y mañana sí. —Zanjé el tema, mirándola algo dolida. —Hasta luego. —Me di la vuelta y caminé hasta mi casa, sin escucharla decir nada.

Salí al porche, necesitaba despejarme, ver la puesta de sol al menos.

—¿Has terminado todo por hoy? —Escuché la voz de mi tío a la espalda. Asentí sin decir nada más, él volvió a entrar en casa.

Me quedé apoyada en la baranda de madera de nuestro porche, mirando el rancho y el sol poniéndose tras los campos de girasoles. Esa era una de las cosas por las que aún seguía aquí. Entonces escuché el motor de un coche, y lo vi pasar por la carretera entre el maíz. Giré la cabeza y miré la casa de los Cabello; su coche seguía allí aparcado y Camila estaba en el porche con su abuela. ¿Quién era? Entonces, cuando el morro asomó al final del carril, vi que el coche era el de mis padres.

Salí corriendo hacia el coche y al parar, mi madre salió.

—¡Mamá! —Me abracé a ella tan fuerte como pude, y sentí su mano en mi pelo. —¿¡Qué haces aquí!?

—¿¡Pues qué vamos a hacer!? —Dijo riendo. Se separó de mí y me tomó de las mejillas, acariciándolas. —Papá y yo hemos venido a verte. —Mi padre salió del coche y cerró la puerta, abriendo los brazos para venir hasta mí.

—¿Cómo está mi pequeña shark? —Aquello me dolió, pero sabía que a él le gustaba llamarme así, aunque desde el accidente no volví a nadar en competición.

—Papá... —Solté una risa abrazándolo apoyando mi cabeza en su pecho.

—¿Cómo te trata... Tu tío? —Dijo con tono despectivo. No le caía bien, ni a él, ni a mi madre y eso que era su propio hermano.

—Hablemos de eso mejor en otro sitio.

Me llevaron el coche hasta el centro del pueblo, y entramos en un pequeño restaurante sureño donde ponían cangrejos de río, langostas y todos los crustáceos y mariscos que pudieses imaginar. A mi padre le encantaba, sobre todo si tenían esos baberos enormes, lo que le daba toda la libertad a mi padre para poder comer con las manos y partir las langostas.

Verlo así, con las manos cruzadas y el babero cubriéndole el pecho, me hacía bastante gracia.

—Bueno, ¿cómo estás? Es decir, ¿cómo te están tratando? —Bebí un poco de mi refresco, y asimilé un poco las palabras de mi padre.

—A ver... Al principio bien, muy bien.

—¿Cómo que al principio bien? —Mi madre se cruzó de brazos al lado de mi padre. —La última vez que estuvimos dijiste que te trataban bien.

la chica del maíz; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora