14

77 17 4
                                    



Jugando, algunas chicas habían arrinconado a Spencer contra el frigorífico, y formaban ante él, una junto a otra, una muralla de ojos excitados y cabellos sueltos, a través de la cual Spencer no atinaba a ver a Ryan en el otro cuarto.

— ¿Verdad o prenda? —le preguntó Pete.

Spencer sacudió la cabeza tímidamente, dando a entender que no le apetecía jugar.

Pete hizo un gesto de impaciencia y abrió el frigorífico, lo que obligó a Spencer a ladear el tronco para dejar espacio a la puerta, sacó una botella de vodka de melocotón y bebió un trago a morro.

Luego se la ofreció a Spencer con una sonrisa cómplice.

Él estaba ya mareado y sentía cierta náusea, y el whisky le había dejado un regusto amargo en la nariz y la boca; pero había algo en la actitud de Pete que le impedía negarse. Tomó la botella, dio un trago y se la pasó a Ray Toro, que la cogió con avidez y empezó a beber como si fuera naranjada.

—Bueno, ¿qué, verdad o prenda? —repitió Pete—. O elegimos nosotros.

—Este juego no me gusta —replicó Spencer sin convicción.

— ¡Qué pelmas son tú y tu amigo! Yo elijo. Verdad. Veamos... —Se llevó el dedo a la barbilla y, aparentando reflexionar, paseó en círculo la mirada por el techo—. ¡Ya lo tengo! Has de decirnos cuál te gusta más de las personas de aqui.

Intimidado, Spencer se encogió de hombros y contestó:

—Pues...

— ¿Pues qué? Alguien te gustará, ¿o no?

Spencer pensó que no, que no le gustaba ninguna; que lo que quería era que se fueran y lo dejaran volver con Ryan; que sólo le quedaba una hora para estar con él, para ver cómo existía también de noche, a unas horas en que por lo general no podía hacer otra cosa que imaginárselo durmiendo en su cuarto, entre sábanas cuyo color no conocía. Pero pensó también que si escogía una, la que fuera, lo dejarían en paz.

—Ella.

Y señaló a Giulia Mirandi, que le parecía la más inofensiva.

Giulia se llevó una mano a la boca como si la hubieran elegido reina de algo. Pete torció el gesto. Las otras personas rompieron a reír escandalosamente.

—Bien —dijo Pete—. Ahora toca prenda.

—No, ahora nada —protestó Spencer.

—No seas pesado. ¿Es que no te apetece jugar un poco con nosotros? Seguro que no todos los días te ves con chicas así de hermosas.

—Pero ahora juega con otro.

—Ahora jugamos contigo. Toca prenda. ¿Están de acuerdo?

Las otras personas asintieron dando ansiosas cabezadas. La botella estaba de nuevo en manos de Ray, que echando atrás la cabeza bebía sin parar, como si quisiera acabársela antes de que las demás se la pidieran.

— ¿Lo ves? —añadió Pete.

Spencer dio un suspiro y preguntó resignado:

— ¿Qué tengo que hacer?

—Pues como soy un chico bueno te mandaré una misión agradable —contestó Pete con aire misterioso. Los chicos, deseosos de saber qué nueva tortura se le había ocurrido, estaban pendientes de sus labios—: darle un beso a aquel chico. Señalando a un chico, normal, con un poco de barba, y apariencia hippie.

Aquel chico se inquieto. Spencer notó un pinchazo en las costillas.

— Se llama Jon-—exclamó Dan.

Pete encogió los hombros con expresión de niño caprichoso. Spencer se puso del color de un tomate.

—Tienes que hacerlo

— ¿Y si me niego?

Pete se puso serio y le clavó los ojos:

—Si te niegas, te tocará de nuevo verdad y tendrás, por ejemplo, que hablarnos de tu amiguito...

Y en su mirada aguda y chispeante Spencer vio todo lo que él había siempre creído invisible, y el cuello se le tensó.

Se volvió hacia Aquel chico que le había gustado desde siempre y con los brazos inertes adelantó la cara, cerró los ojos y le dio un beso. Jon le echó la mano a la nuca y, sujetándole la cabeza, metió la lengua a la fuerza entre sus contraídos labios.

Spencer sintió en la boca sabor de saliva de Jon, y no hizo más que disfrutar el beso. Era su primer beso, y cuando abrió los ojos vio a Ryan y el frentón entrando en la cocina cogidos de la mano.


La soledad de los números primos||Adaptación Ryden||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora