El canto de los gallos y la luz de la mañana que se cuela en mi habitación me hacen abrir los ojos. Hay tantas cosas que la ciudad te hace olvidar, no obstante, cuando estás aquí todas vienen como un remolino a la mente.
Estiro mi cuerpo y el olor a café hace que automáticamente mis pies salgan de la cama. Una vez de pie, estiro mis brazos y me acerco a la ventana donde puedo ver la pradera y una parte del establo, me recuesto al marco de la ventana y me quedo un momento admirando el paisaje. Sin embargo, el olor a café hace que mis pies salgan del cuarto y me lleven directo a la cocina, donde mi mamá está preparando el desayuno.
—Buenos días, mamá —saludo cuando entro a la cocina, ella se gira y me sonríe mientras está en la encimera, estirando una masa con un rodillo.
—Buenos días, cariño. Tu papá te estará esperando en el establo por si se te antoja ir a cabalgar.
La observo hacer la masa en pequeñas bolitas luego las coloca en una bandeja para proceder a hornearlas. Físicamente no somos tan parecidas, su cabello es de un rubio precioso en cambio yo saqué el color castaño oscuro de mi padre.
—Por supuesto que se me antoja. Iré a darme una ducha y después vengo a desayunar, todo huele delicioso.
—Todo lo que cocino es delicioso —sonríe y me da un guiño de ojo.
—Claro mamá, también eres la mejor —le doy un beso en la mejilla y regreso a mi habitación para darme una ducha.
Enciendo mi equipo de sonido y tomo uno de los Cd de Tim McGraw, subo un poco el nivel de la música y me meto en la ducha mientras canto sus canciones. Recuerdo la vez que Tim se presentó en la cuidad, su presentación era en horas de clases, por lo que Jasmin y yo nos tuvimos que escapar de la escuela e hicimos todo para intentar entrar, por desgraciada, no habíamos conseguido boletos. Nuestra oportunidad se presentó cuando hubo un altercado y los de seguridad se descuidaron, aprovechamos y corrimos hasta la entrada, estábamos tan nerviosas que parecía que nuestros corazones se saldrían de nuestro pecho, aunque todo valió la pena, incluso el castigo que recibimos.
Cuando salgo de la ducha, voy a buscar ropa en mi maleta, la abro y ya no hay nada en ella, abro mi ropero y ya está toda ordenada. A mi mamá no se le escapa ni un solo detalle. Escojo unos jeans, una camiseta de manga larga a cuadros y mis botas. Una vez lista, bajo a desayunar con mi mamá que ya tiene preparado el pan recién salido del horno. Es una de las tantas cosas que adoro de la vida aquí, todo fresco y recién hecho.
Ir a cabalgar hace que desayune más rápido de lo usual, cuando termino corro a lavarme los dientes, de salida tomo mi sombrero y me dirijo a las caballerizas, donde mi papá me está esperando. Él está ensillando los caballos y en cuanto Impetuosa siente mi presencia, relincha, haciéndole saber a mi papá que ya estoy aquí.
—Impetuosa también te ha extrañado —dice mientras termina de ensillarla.
Impetuosa es mi yegua, es una yegua de la raza frisón, fue mi regalo de dieciséis años y desde que la miré sentí una conexión con ella. Su pelaje negro, su majestuosidad y su talla impresionante me hicieron elegir su nombre. Me acerco a ella y acaricio su pelaje, ella relincha y levanta la cabeza.
—También te extrañé, chica.
—Ya todo está listo para que salgamos —dice mi papá mientras se acerca a mí y pasa su brazo sobre mis hombros, acurrucándome hacia él y besando la coronilla de mi cabeza— Te hemos extrañado, pequeña.
Envuelvo mis brazos en su cintura y lo abrazo muy fuerte. Chicago me trató muy bien, aunque hubiese deseado tener a mis papás y a Jas, en esa aventura.
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Maravilloso Destino.
Romance¿Crees en el destino? Dakota Coleman no lo hacia, ella era de las chicas que no le daba mucha importancia, para ella, esa palabra era simple y escasa de significado, creía que un suceso de su vida no iba a lograr poner su mundo de cabeza, pero ha ll...