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Las siguientes semanas fueron un espejismo, pasaron tan rápido que ni siquiera me di cuenta de ello, o al menos eso es lo que me exigí a pensar.

Nathan y yo no hemos vuelto a hablar y hubo noches en las cuales me molestaba tanto su actitud que quería llorar hasta quedarme dormida, pero no lo hacía porque en el fondo sabía que eso no me llevaría a nada y no mejoraría las cosas.

A pesar de todo el calvario por el cual pasan mis sentimientos, logré que me dieran el empleo, ahora soy la encargada oficial de las relaciones internacionales de la organización y tengo un pequeño espacio para mi sola. Llamé a mis papás y a Jasmin para contarles y estaban tan feliz con la noticia, y en lo único que pensaba, es en que ojalá pudiera compartirlo con Nathan, pero creo que todavía necesita más espacio del que ya tiene.

Karlie me ha pedido que salgamos a olvidar todo, pero no quiero caer en el circulo vicioso cada vez que Nathan o yo hagamos algo que nos afecte, por lo que he denegado todos y cada uno de sus intentos. Tengo que manejar todo esto de una forma mejor.

Salgo en busca de Jenna, que está en su lugar habitual, frente al espacio que solía ser mío.

—¿Puedo? —pregunto señalando la silla que está frente a su escritorio.

Parece un poco aturdida cuando mueve su cabeza en afirmación, jalo la silla y tomo asiento.

—Pensé que debido a tu nuevo puesto nunca más volveríamos a cruzar palabra —comenta, deslizando el dedo índice sobre el puente de su nariz para alzar con delicadeza sus gafas color café.

—¿Cómo crees que haría eso?

Ella se recuesta en la silla giratoria y con cierta elegancia aparta el flequillo de su rostro y cruza sus brazos sobre su pecho.

—No lo sé, quizás porque llegas directo a tu oficina, sales solo para almorzar. En silencio y sola —puntualiza—. Vuelves a encerrarte y sales cuando es la hora de marcharnos.

—¿He sido tan monótona? —pregunto un poco angustiada.

—Sí, y solitaria.

Me recuesto en la silla y frunzo mis labios. Esto es peor de lo que pensé.

—Me disculpo por darte una errónea suposición, pero no tiene nada que ver con mi puesto o contigo, son problemas personales.

Inmediatamente cambia su postura acusatoria y su gesto se torna más suave.

—Oh, entiendo, Dakota. Espero se puedan resolver.

—Espero lo mismo —comento, suspirando.

Ella me ofrece una sonrisa tranquilizadora y comparte conmigo unos dulces que están sobre su escritorio.

—¿Y necesitas algo? Porque no creo que solo hayas venido por eso ¿no?

—No, nada. Solo he querido saludarte —miento, porque por una fracción de segundos me pasó por la mente pedirle algún consejo o algo así, pero no lo haré después de escuchar lo que pensaba de mí.

—Bueno, ya que te has animado a volver a socializar. Hoy iremos a ver jugar a los Celtas de Boston, se enfrentan contra los Lakers y tenemos pases. ¿Te animas a ir?

—Claro que sí. ¿A quién tengo que pagarle el pase?

—Por eso no te preocupes, uno de los jugadores de los celtas apoya a la organización y siempre recibimos pases para los partidos locales importantes.

—¡Vaya, eso es genial!

Respondo y ella muy animada me cuenta sobre algunas de las actividades a las que siempre asisten, entre ellas, obviamente los partidos de basquetbol.

Maravilloso Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora