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Este día avancé bastante en mi recuperación post-Nathan, hoy no me levanté llorando por él. Después de reflexionar toda la noche y parte de la madrugada, creo que Ian tiene algo de razón, no vale la pena hundirme en esta situación por alguien tan idiota como Nathan, un chico que tiene la habilidad de cambiar las decisiones a la velocidad de la luz.

Siempre he pensado que el dolor de perder a alguien —por las razones que sean—, se lleva en tres etapas: negación, asimilación y costumbre, por lo que supongo que he pasado la etapa de la negación ya que no me pienso seguir lamentando por algo que él decidió que se acabara de esa manera, ahora mismo me encuentro llevando acabo la asimilación y espero con ansias que algún día llegue la etapa de acostumbrarme a su ausencia, porque si de algo estoy segura, es que no puedo ni quiero olvidarlo.

Fue agradable salir y ver algunos rostros familiares, sobre todo, pasar a Starbucks y ver como los chicos tienen que sonreír constantemente para los clientes, en verdad aman su trabajo o sus mejillas ya se han acostumbrado ha siempre estar expandidas.

No avancé mucho en encontrar un apartamento, los que estaban disponibles eran demasiados costosos, algo que no me puedo permitir en este momento sin tener un trabajo, y los que sí estaban disponibles eran demasiados caros para su tamaño, considerando que no deberían llamarse departamentos sino habitaciones súper minúsculas. Es terrible notar como la humanidad se aprovecha de las necesidades de los demás.

Mis piernas tiemblan y respiro con dificultad, nuevamente he salido a correr como usualmente lo hacía, a excepción de que cambié mi rutina y no lo hice por la mañana sino cuando caía el ocaso, recorrí toda la manzana que rodea al apartamento.

Ya me he cambiado de ropa y ya que la refrigeradora tiene los alimentos necesarios para cenar con un delicioso sándwich, empiezo a sacar todo, pero soy interrumpida por un golpe en la puerta del apartamento. Ruedo mis ojos y suspiro, no he comido muy bien los últimos días, así que miro entre el futuro sándwich que está frente a mí y a la puerta, pero al segundo golpe, dejo caer el cuchillo de mesa y me dispongo abrir.

No estoy esperando a nadie, así que estoy perdiendo valiosos minutos.

Abro la puerta y no hay nadie, me quejo y estoy a punto de cerrar cuando un ladrido llama mi atención, bajo la vista y frente a mi tengo un cachorro que probablemente esté perdido, pero su apariencia familiar llama mi atención.

Me agacho y me siento en cuclillas para acariciarlo, y al ver el nombre que lee en su correa me sorprendo totalmente.

—¡Sparkly! ¿Qué haces aquí? —le pregunto, totalmente confundida si se trata de una simple casualidad o si estamos hablando del mismo cachorro, éste trata de lamer mi rostro por lo que tengo que apartarlo bastante para que no lo logre—. ¿Cómo has llegado aquí, pequeño?

—Yo lo he traído.

En cuanto escucho esas palabras, reconozco esa voz, lo haría incluso entre millones y literalmente caigo sentada, pero inmediatamente me recompongo y salgo del umbral para encontrarlo en el pasillo, recostado en la pared de enfrente, a unos pasos cerca de la puerta del apartamento contiguo.

¿Qué...Hace...Él...Aquí? Se suponía que ya estaba en Texas, y... luce distinto de la última vez, su rostro de querubín que usualmente suele estar libre de barba, tiene un poco de crecimiento en él y sus ojos lucen cansados haciéndolo lucir mayor.

Ver, que aparentemente él ha estado tan mal como yo, me llena de furia y de rabia porque pudimos haberlo evitado cuando yo ya estaba dispuesta a mantener una relación a distancia.

—¿Tú que demonios haces aquí? —espeto cuando me he forzado a dejar de ver su rostro, consciente que no desaparecerá como en mis pesadillas.

Maravilloso Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora