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La cena resultó un éxito, los señores Stevens son realmente encantadores, eso explica porque su hijo es de esa manera. No pude descubrir muchas cosas de él ya que la mayor parte del tiempo la conversación estuvo enfocada en mí y en los detalles de mi carrera universitaria, pero lo que si descubrí es esa extraña conexión que siento con él, las miradas que intercambiamos durante toda la cena no pasaron por alto, era como si tuviéramos nuestra propia conversación y sinceramente nunca pensé que con miradas se pudiera decir tanto, pero eso es justamente lo que sentí. Después de su pequeño arrebato, hice todo lo que pude para no demostrar lo mucho que me sorprendió lo que hizo, pero en realidad me sacó un poco de balance y sobre todo el hecho de saber que es mi vecino y que lo veré todos los días durante el tiempo que estaré aquí, me emociona de cierta manera y a la vez me desconcierta, nunca nadie me ha afectado al extremo de tener ciertos pensamientos, así que desde anoche estoy haciendo todo lo humanamente posible para dejar de pensar en él y algo que siempre hago como terapia es salir a correr.

A falta de un gimnasio, decido salir a correr alrededor de la casa. Sin importar la mirada que me hace mi mamá, me pongo mis auriculares y me embriago con la música de Blake Shelton, salgo y en el balcón hago algunos ejercicios para calentar y me preparo para la carrera. Cuando ya estoy lista, tomo la dirección hacia los establos y empiezo a correr, paso al lado de algunos trabajadores de la hacienda lo que me hace detenerme a darle los buenos días. Algunos de ellos llevan años con nosotros y son con los que más disfruto conversar, pero otros son nuevos así que solo intercambiamos algunas palabras. Correr alrededor de la casa no es suficiente para mí, por lo que decido ir más allá de la hacienda y es lo que hago, sin detenerme una sola vez para tomar un poco de aire, corro hasta llegar al sendero que está al norte, el cual termina en un río.

Cuando finalmente llego, me detengo, y curvo mi cuerpo descansando mis manos en mis rodillas, mientras respiro pesadamente. Abro mi botella y me incorporo para dar un gran trago, con mi antebrazo limpio el sudor que corre por mi frente y lentamente los latidos de mi corazón se ralentizan. Me recuesto a un árbol mientras apago la música, hago en un moño los auriculares y los dejo sobre una roca al lado de mi celular.

Después que ha pasado algo de tiempo y considero que mi cuerpo se ha enfriado, hecho un vistazo alrededor, sé que este lugar no es muy visitado y a esta hora de la mañana nadie vendrá, por lo que ya no me resistiré a meterme en el río. Me quito los tenis, mi ropa deportiva y dejo todo en la misma piedra. Con un pie toco el agua para ver qué tan helada está, no lo está así que poco a poco meto mi cuerpo, nado hasta estar un poco retirada de la orilla y me relajo.

Me hundo para mojar mi cabello, luego muevo mis manos a mi alrededor para hacer pequeñas olas, repito el proceso varias veces hasta que me vuelvo a sumergir, pero el reflejo en el agua de alguien me hace querer salir. Salgo a la superficie, con mis manos hago mi cabello hacia atrás y me encuentro con un últimamente familiar chico ─el cual estaba tratando de olvidar─, que me observa sin parpadear, instintivamente llevo mis manos a mis pechos y los cubro.

— ¡Pervertido! ¡¿Qué haces ahí parado?! —le grito al notar que él no me despega la mirada.

— ¡No soy ningún pervertido! —me grita con una pizca de diversión en su rostro.

—Entonces vete de aquí, estás invadiendo mi lugar.

Nathan se carcajea y niega con su cabeza, se recuesta a un árbol, mete su mano en la bolsa delantera de su tejano y me observa divertido.

— ¿Por qué habría de irme? Eres tú quien está invadiendo mi espacio, yo vengo a este lugar cada mañana.

—Lo siento, no lo sabía —digo disculpándome—. ¿Por hoy podrías marcharte? —le pregunto en tono suplicante, vuelve a negar con su cabeza.

Maravilloso Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora