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—Por el nuevo trabajo que tienes y por permitirme ser el hombre más feliz a tu lado —brinda Nathan levantando el trozo de pizza que tiene en su mano.

—Ni siquiera es seguro —digo, a regañadientes levanto mi pizza y la choco con la de él—. Y, ¿Por qué brindamos con pizzas si ahí están las sodas? —pregunto riéndome.

Nathan niega con su cabeza y se lleva un gran pedazo de pizza a la boca. Ambos estamos en la pequeña sala del apartamento, sentados en el piso, frente al televisor viendo un nuevo episodio de guerra de pasteles. Ya me he cambiado de ropa y estoy cómodamente en mis jeans habituales con mis converses.

—Porque todos brindan con bebidas, nosotros brindaremos con pizza —explica, ruedo mis ojos y él sonríe atrayéndome contra él, descanso mi espalda en su pecho y besa la coronilla de mi cabeza—. Por cierto, recuerdo que tu mamá dijo que eras buena en hacer repostería, la verdad es que me gustaría verificarlo.

—Ya sabes cómo son las mamás, no soy tan buena.

—Oh, ahora sí quiero probarlo.

Giro mi rostro para observarlo y él aprovecha para darme un beso casto.

—¿Por qué ahora quieres probarlos?

—Porque tengo una hipótesis.

—Y esa hipótesis ¿es...?

—Te la diré solo si haces un pastel para mí.

En el reloj de pared que compré esta tarde con Jasmin, marca las siete de la noche, por lo que el mini supermercado que está a la vuelta de la esquina todavía está abierto, con suerte venderán moldes para pasteles y todo lo necesario. Apago el televisor y me pongo de pie.

—Bien, vayamos a comprar lo que necesitaré.

—¿Ya? —pregunta mirando a su pizza.

—Ya.

Nathan bufa, toma dos trozos de pizza, las baña de salsa de tomate, queso molido y chile y las pone una encima de la otra, como si estuviera preparando un sándwich.

—¿Qué haces? —pregunto frunciendo mi ceño.

—Un sándpizza —contesta casual, poniéndose de pie.

Me rio de él y le digo a Sparkly que regresaremos en un momento, Nathan insiste que lo podemos llevar, pero sé que hay lugares a los cuales no puede ir con nosotros, así que me niego en llevarlo.


Se suponía que solo compraríamos las cosas que necesitaría para preparar el pastel, pero Nathan lleva repleto el carrito con compras para toda la semana. Creo que sutilmente se está asegurando que cuando se vaya no volveré hacer lo mismo de pasarme las comidas, no se lo dije, pero sé que él sospecha que fue eso lo que hice.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —él asiente en respuesta—. Llevas todo esto —digo señalando todas las cosas dentro del carrito—. Porque tienes miedo que no me alimente bien cuando te vayas.

Sus facciones contestan por él, todo su cuerpo responde un gran y sonoro, sí, por lo que se gira hacia el siguiente pasillo y toma unas bolsas de salsa boloñesa.

—No —miente.

—Oh, vamos, Nathan. No me mientas.

Deja caer dos bolsas de salsa y frunce sus labios en una línea fina.

—Por casualidad miré la factura de las compras, y tenían fecha muy reciente, por lo que supongo que los días anteriores no fueron merecedores de tener una buena alimentación. Solo me estoy asegurando.

Maravilloso Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora