IX

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¿Alguna vez pensaron en lo qué sentirían cuando sus abuelos ya no estuvieran?. La melancolía que surgiría de sus corazones en cuanto vieran una ropa suya, una foto, un lugar. Quisiera sentir eso mismo, en realidad.

Lo único que siento ahora es miedo, confusión y curiosidad. Nunca en mi vida había estado en este lugar en que cada mueble había sido cubierto de sábanas por gente que definitivamente no comprendía el valor de cada una de las cosas del antiguo estudio de mi abuelo, Barrabás Montecraw.

Un globo terráqueo que a simple vista parecía haber perdido contra el paso de los años, un par de libreros más grandes que yo completamente llenos de libros de distintos colores, amarillos, verdes, cafés y azules, colores a penas visibles por el polvo que los cubría, y un bonito escritorio de madera tallada artesanalmente y barnizado en negro brillante.

La luz del sol entraba con poca fuerza gracias a un pequeño ventanal de decoración artesanal y solo por eso era visible el lugar.

Newton cerró la puerta tras nosotros con un libro, así no se abriría ya que el cerrojo no solo funcionaba de un lado.

—Es muy bonito—murmuré como si estuviera hablando con mi abuelo en silencio, preguntándome porqué jamás había podido entrar aquí.

Newton parecía especialmente interesado en los libros de colores, pasó su mano por los dorsos de estos para quitarles el polvo y los veía con una expresión difícil de descifrar con la poca luz, yo me paseé por el lugar solo para saciar mi curiosidad, luego me senté en la gran silla acojinada con un terciopelo verde brillante y el polvo salió de inmediato, comencé a toser lo más bajo que pude, después de todo aún había gente afuera y no sabíamos si el ruido podría ser escuchado por ellos.

—¿Qué pasa con los libros?—pregunté una vez el polvo ya no picaba en mi garganta.

Aunque no recibí respuesta sí pude ver cómo abría la maleta y metía algunos ahí, genial, ahora estamos robando.

—¿Hay algo en el escritorio?

Miré los cajones del mismo y con cuidado los abrí uno por uno, los últimos dos parecían estar atorados con algo pero logré abrirlos igualmente, a exceción de esos dos el resto estaba completamente vacío. Saqué mis descubrimientos y los puse encima.

Scamander se acercó para verlo, una varita tan rota que parecía un simple trozo de madera, estaba partida por la mitad y pequeñas astillas habían quedado perdidas en el cajón, y al lado, un trozo de papel grueso como piel en el que se podía leer un claro:

"No deberías estar aquí,Gine".

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, juraría que al leerlo sentí a mi abuelo decirlo en mi oreja, incluso volteé con miedo a revisar mi espalda, no había nadie.

Miré a Newton con los ojos ligeramente llorosos y nadie sabe qué fue lo que le cruzó a él por la cabeza.

Run,Muggle,Run!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora