Capítulo 9 - El Primero.

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Era domingo y me desperté con la ropa que me había dado mi tía. Tenía olor a alcohol por lo que me habían volcado encima en la casa de Antón. Fui a ducharme, mientras mi tía estaba en la cocina haciendo el desayuno. Salí ya alistada con la ropa limpia que había llevado de mi casa, y el pelo mojado. Miré los mensajes del WhatsApp y tenía algunos de Antón.

Hey, Male. Dónde estás?

Quiero que hablemos....

Estás enojada?

No le contesté sus mensajes, aunque notara que los haya leído. Si no hubiese sido por ese chico, quién sabe qué cosas me hubiesen pasado. Me cuestioné qué me había puesto en la bebida o solamente fue el efecto del alcohol que me dejó así.

–¡Buenos días, mi niña! –me saludó mi tía afectuosamente, luego de apoyar las tazas con el café en la mesa. Nos sentamos y comenzamos a comer.

–¿Cómo te fue ayer? –me preguntó con curiosidad.

–Bien.... –le dije apenas, bostezando profundamente.

–Estabas borracha... tenías olor a alcohol. –me comentó con una sonrisa cómplice.

–En realidad, me volcaron encima de tu ropa.... –le respondí tímidamente, por miedo a que se enojara.

–Suele suceder, mi cielo. Yo la lavo. Descuida. –me respondió sin darle importancia.

–¿Quién era el tipo ese de anoche? No me gusta para ti.... –me atreví a decirle.

–Es un hombre que me gusta... ya vas a entender. Hay que diferenciar a los hombres que te puedes divertir, y otros para enamorarse.... A veces confundimos las cosas. Somos tontas y nos enamoramos del primero que te hace bien el amor.... –me respondió como si yo fuera una adulta.

–Ok.... Lo tendré en cuenta. –le respondí sorprendida.

A las tres de la tarde, mi tía me dejó en casa, pero sin quedarse conmigo. Me dijo que después volvería antes de que mi madre llegara de Manhattan.

Yo estaba en mi garaje con el portón abierto, inflando la rueda de mi bicicleta. La sostenía del asiento y el manubrio, mientras pedaleaba el inflador... mientras lo hacía, mis pechos se movían al son de mi pie. Hacía tanto calor que el crop top de algodón blanco y los shorts de jean eran suficientes para estar decentemente vestida. Me secaba la transpiración de mi frente con el brazo y luego me até mi cabello y haciéndome un moño. Noté que la rueda se había desinflado nuevamente... no entendía si estaba pinchada o no funcionaba el inflador.

–Hola.... –escuché desde afuera. Estaba Danilo, apoyado en el marco de la entrada del garaje, mirándome con arrepentimiento.

–¡Hola! –le respondí sorprendida.

–¿Tienes problemas con tu bicicleta? ¿Quieres que te ayude? –se ofreció tímidamente. Lo pensé unos segundos y luego me decidí.

–Ok. Pasa. –lo invité a entrar resignada. Danilo se agachó a revisar la rueda y notó que estaba pinchada.

–Imposible que se infle... está pinchada por esto. –me mostró un clavo que estaba incrustado en la rueda.

–¡Oh, no! Tengo que comprar una nueva.... –me lamenté.

–Yo tengo una en mi casa... si quieres la traigo y la coloco....

–Pero debo pagártelo. –concluí.

–Descuida, yo te la regalo. –suspiró. Me trajo la rueda y la colocó en frente mío. Lo miraba cómo usaba las llaves para ajustar las tuercas... me parecía sexy y el calor me estaba subiendo la temperatura... unas ganas de tener sexo con Danilo, se apoderó de mi cuerpo como si hubiese sido poseída por el alma de "la mujer de las dunas".

–Ya está... ¡Como nueva! –se levantó del suelo, y después acomodó sus jeans.

–Gracias, Dan.... –le agradecí de una forma sugestiva, seduciéndolo con la mirada.... Se me acercó y comenzó a besarme.... Por un momento lo quise detener, pero lo dejé que siguiera para ver hasta dónde era capaz de llegar. Siguió hasta mis nalgas, apretándolas deseoso y llevándome más a su cuerpo. Suspirábamos, enredando mis dedos en su cabello y dejando que me tocara. De la nada, lo empujé hacia atrás para que dejara de besarme. Noté que tenía los ojos caídos, y estaba un poco agitado:

–¿Qué sucede? –me preguntó confundido.  

–Nos pueden ver aquí.... –le dije sugestiva.

–Entonces, vayamos a mi apartamento. –me pidió entre suspiros. Me puse más nerviosa aún, pero era lo que quería... dejar de ser pura y virginal. Me ayudó a cerrar el portón del garaje, dejando adentro mi bicicleta, cambiando completamente de plan para esa tarde. Me llevó de la mano hasta su apartamento, mirando hacia todos lados por si había alguien, pero el calor y en esa hora, no había ni una sola alma en la calle.... 

Malena a Los 14Donde viven las historias. Descúbrelo ahora