Ya encima de mí y con la cremallera de pantalones abierta, noté que transpiraba mucho y temblaba todo su cuerpo... Su sudor mojaba mi rostro, mientras trataba de luchar para sacármelo de encima.
–¡No! ¡No...! ¡Suéltame! –le gritaba entre sollozos. Chad jadeaba de una forma extraña, hasta que su rostro cambió de la expresión malévola a la de rictus mortis. Se quedó quieto, con dificultad para respirar... hasta que se desplomó sobre mí. Grité desesperadamente y lo pude voltear hacia mi lado. Respiraba agitada, tratando de animarlo a Chad. Lo sacudía agarrándolo de sus brazos, pero no respondía. Cogí mi ropa y comencé a vestirme de una forma desesperada. Antes de salir, vi que la cámara de fotos sobre su trípode estaba encendida. Me acerqué desesperadamente y noté que no estaba grabando. Fue un alivio, pero igual se me ocurrió sacarle la memoria y llevármela... allí estaban mis fotos y quién sabe si de alguna otra chica más. Traté de limpiar mis huellas en los lugares posibles donde toqué y hasta me acerqué a la cama si había algún cabello mío. Saqué como dos que hallé y los metí en mi mochila. Salí del apartamento bajando por las escaleras. Cuando llegué abajo, la puerta de la calle estaba cerrada. Traté de forzarla a los empujones, pero fue inútil. Fui al otro lado del pasillo por si encontraba una puerta de emergencia... y allí estaba, a la izquierda del pasillo. La abrí con mis codos, pulsando la manija hacia abajo, saliendo a las corridas, como nunca lo había hecho tanto en mi vida... fue el escape más liberador.
De tanto buscar algún sitio donde me llevara a mi casa, noté que estaba en Fort George, cerca del Bronx. Encontré a una de las entradas del metro para volver al Central Park y seguir con mi búsqueda. Ya se estaba haciendo de noche y debía estar en un lugar seguro.
Ya estaba de noche. Ningún tipo me siguió, ni me acosó, ni nada por el estilo... como nunca estuve tranquila. Llegué al Central Park y decidí llamar a mi tía. Vi en la pantalla de mi móvil llamadas perdidas de mi madre y de mi tía. Llamé a mi tía, por supuesto.
–¡Tía!
–¿Male? ¿Dónde te encuentras? ¡Por Dios! Tu madre y yo estamos preocupadas. –me dijo con la voz quebrada y con un tono de regaño.
–Estoy en el Central Park ¿Me vienes a buscar? –le pedí como si no me hubiese importado lo que me dijo.
–Está bien ¿En qué parte estás?
A los pocos minutos, llegó en su coche con mi madre. En ese momento, yo le estaba escribiendo un mensaje de WhatsApp a Danilo, pero no llegué a enviárselo.
–¡Malena! –me llamó mi madre. Yo simplemente la miré con recelo. Pero no me esperaba recibir una bofetada y luego manotazos en mi cabeza.
–¡Detente, Carmen! –le ordenaba mi tía, tomándola de los brazos. La gente pasaba y nos miraban ¡Qué vergüenza! Y lo digo con angustia.
–¡Cómo te vas a ir así de casa! ¡En la escuela me llamaron diciendo que no habías ido...! –me gritaba mi madre, mientras cerraba los ojos por lo aturdida que me sentía.
–¡Aquí no, Carmen! ¡Por favor! Vayamos a otro lado. –le suplicaba mi tía, tratando de calmarla a la desquiciada.
–¡Y lo volvería a hacer, perra! –le dije en su cara con toda la rabia. Me alejé de ellas a las corridas.
–¡Male! No te vayas. –me pidió mi tía. Salió detrás de mí para detenerme. Hasta que me alcanzó porque yo me dejé.
–Mi cielo, por favor. Volvamos a casa.
–Tía. No quiero volver con ella. Quiero quedarme contigo o encontrar a mi padre. Estoy segura que él no sabe de mí....
–Detente, Male. No creo que sea buena idea buscarlo... además, no puedo tenerte en mi apartamento....
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Malena a Los 14
General FictionMalena Despertares, a sus 14 años, transita la etapa más difícil en que se está convirtiendo de niña a mujer. Todo comenzó cuando descubre sus deseos eróticos a través del libro "Pájaros de Fuego" de la escritora Anaïs Nin, que le había regalado su...