Capítulo 24 - Volviendo a la Rutina.

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Después de una semana, volví a la escuela. El señor Willis estaba avisado de mi internación y comprendió mi ausencia sin ningún problema. Mi terapia debía continuarla luego de mi estúpida decisión... por lo menos el tratamiento de una suicida debía ser así. Fui a mi casillero como lo hacía siempre, dejando mi chaqueta de algodón y sacando unos libros de allí. Suspiraba y miraba hacia todos lados por si alguien se le ocurría burlarse o decirme algo de lo que me sucedió. Tocó la campana para entrar a clases... fui hacia el corredor donde tenía la hora de Literatura y me topé con Antón antes de llegar.

–¡Hey, Male! ¿Cómo estás? –me saludó con una cierta amabilidad, pero notaba nerviosismo en su comportamiento.

–Bien... ¿Y tú? ¿Qué onda? –le respondí desconfiada y un poco arisca.

–Bien, también.... Oye, me enteré lo de tu internación ¿Sabes? –cuando me dijo eso, empecé a tener palpitaciones.

–¿Cómo lo supiste? –le respondí alterada.

–Le pregunté al señor Willis, y me dijo que te enfermaste y te tuvieron que internar.... –me explicó avergonzado. Fue un alivio para mí saber que no estaba enterado de mi real internación.

–Es verdad.... –le dije más relajada.

–Bien... me alegro que estés mejor. Debo entrar a clases. –se excusó alejándose de mí.

–Yo también ¡Gracias por preocuparte! –le agradecí de lejos, mientras Antón se iba. Entré a clases y me senté en mi lugar de siempre. En mi pupitre encontré un papel con un dibujo de una niña, que se suponía que era yo, y en el lugar de mis ojos habían dos cruces con la frase "La próxima no falles, zorra". Estuve a punto de llorar ¡Todos lo supieron! Pero se me ocurrió mostrárselo a la señorita Kinsky, delante de todos.

–Señorita Kinsky. Mire lo que me dejaron en mi asiento. –le mostré el papel, luego de haberme acercado a ella, mientras estaba sacando sus cosas para empezar la clase de su maletín.

–¿Qué es? –lo tomó y lo vio, frunciendo su entrecejo.

–¿Quién dejó esto en el pupitre de Malena? –les preguntó a toda la clase. Todos las miraron y luego se miraron entre ellos, negando con la cabeza. El grupo de Diana se miraban entre ellas con complicidad, tratando de no reírse.

–¿Qué es lo gracioso, Diana? –le preguntó la señorita Kinsky.

–Nada, señorita... creo que Malena lo hizo a propósito para dar lástima. –las otras estallaron de risa.

–Fueron ellas, señorita. –le dije por debajo.

–¿Cómo sabes eso? No debes culpar a las personas si no tienes pruebas. Es muy cruel lo que estás diciendo, Malena. –me dijo son seriedad ¿Me estaba tomando el pelo?

–¿Cruel? Pero si le creé a ellas, ¿no le parece descabellado que me acusen de hacérmelo a mí misma? –le respondí indignada.

–Estás atravesando un mal momento, Malena... ¿Por qué mejor no te sientas y olvidas esta tontería? –me sonrió con falsedad. Puse mis ojos en blanco y me fui a sentarme. Lo doblé al dibujo en cuatro partes y lo guardé dentro de mi mochila, para mostrárselo luego a mi psicóloga y a mi madre. Le tomé odio a la señorita Kinsky... las protegía a Diana y a sus amigas, porque eran "niñas bien"... ¿Qué tanta fascinación causaban en los profesores y en mis compañeros? No entendía por qué todos estaban en contra mío... nunca nadie me defendía de sus maldades... preferían ignorar la situación. Odiaba a todos ¡Eran la peor basura! Ver sus rostros y haciendo muecas, humillándome con sus ojos llenos de burla y complicidad. Los veía pasar a todos, mientras estaba sentada en mi mesa del comedor a la hora del almuerzo. Comía apenas en alerta... temía un ataque inesperado... con sólo pensarlo se me hacía un nudo en la garganta. Solamente me quería ir de allí... teletransportarme en segundos y estar en mi habitación, resguardada y a salvo de todos esos salvajes.

Male ¿Por qué no te cortas las venas? Queremos ver cómo se muere un mono. –me dijeron por detrás. Era la voz de Dylan, uno de los amigos de Antón e hijo de un político. Tenía el cabello castaño de rulos grandes y alborotados. Era el peor del grupo... siempre estaba pensando qué maldad hacer.

¡Le harías un favor a la humanidad! –dijo Andrew, otro de los amigos de Antón. Era el capitán del equipo de fútbol americano en la escuela. Usaba el cabello bien corto, casi al ras, como se usaba en los noventas. Su padre era uno de los empresarios más importantes. Tenía una empresa constructora y era muy allegado a ciertos políticos, y uno de ellos era el padre de Dylan. Se rieron de sus estupideces, creyendo que me iría del comedor llorando.

Eres una hereje, mono... y una fenómeno. –remató Diana, que comenzaron a reírse. Me levanté del asiento con rabia y exclamaron con burla.

–¡Uh! ¡Qué miedo! –dijo Diana con ironía. Tomé su mano y ella se asustó. Le puse mi cuchillo allí para que lo tomara.

–Hazlo tú, Diana si quieres verme muerta y desangrando. –les enseñé mis muñecas para que lo hiciera. Antón me quedó mirando anonadado por mi reacción... él se estaba riendo también junto con los otros y dejaron de hacerlo hasta que los enfrenté.

–¿Qué dices? –se quedó desencajada.

–Hazlo si eres valiente, Diana. Sé que no fallarás. –me acerqué más aún. Ella los miró a todos, quienes estaban en silencio contemplando la situación con un poco de desconcierto.

–Eres una maldita loca. –soltó el cuchillo y se fue del comedor. Sus amigas fueron tras ella, rápidamente.

–¿Alguien quiere hacerlo por ella? –les pregunté a todos mirándolos a la cara, y terminando con la de Antón. Pero se avergonzaron de tal manera que siguieron con sus cosas.

–Rarita. –me dijo Dylan entre dientes.

A la salida de la escuela, me fui caminando hacia la parada del autobús y sentía que alguien me estaba siguiendo. Me volteé sin pensarlo y era Antón quien estaba detrás mío.

–¡Male! ¡Espera! –se acercó hacia mí a los trotes.

–¿Qué quieres? –le dije con fastidio.

–Quiero disculparme por lo que sucedió en el almuerzo... sabes cómo se pondría Diana si te defiendo....

–No debes hacerlo... no lo necesito. –seguí con mi camino, dejándolo solo.

–¡Espera! –me tomó del brazo.

–Sé que fui un cobarde, pero quiero que sepas que me gustas y....

–¡Mentira! Los dos sabemos muy bien que es imposible que te guste. –le respondí con ironía.

–¿Qué dices? –me respondió nervioso.

–Ya sé que eres gay, Antón... no vale la pena hacerme creer que te gusto y que Diana es tu novia. –le dije con una sonrisa burlona, dándole dos palmadas en su brazo.

–¡Fue Josh quién te dijo eso! ¿No es cierto? –me preguntó alterado y un poco agresivo. Todos los chicos que salían de la escuela se volteaban a verlo por su reacción.

–¿Perdón?

–Yo te vi con él, el otro día. Es mentira lo que dice ese marica ¿Me escuchaste? –me respondió con un tono amenazante.

–¿Por qué mejor no lo asumes y dejas de...? –me tomé de los dos brazos y comenzó a sacudirme.

–¡Escúchame bien, mono! Llegas a correr ese rumor y no dudaré en hacerte la vida imposible ¿Me oíste? ¡Vas a arruinarlo todo con tus mentiras! –lo miré sin pestañear de una forma desafiante.

–¡Suéltame! –hice que me soltara, empujándolo hacia atrás. Me fui mirando hacia atrás para asegurarme que no me siguiera, y le enseñé el dedo mayor, corriendo luego hacia la parada para tomar el autobús. Antón se quedó en el lugar, un poco agitado y abatido por la situación... vi en sus ojos desesperación.

Malena a Los 14Donde viven las historias. Descúbrelo ahora