Secret Life

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Nos quedamos callados unos largos minutos, el crujir del fuego era relajante tanto como verlo agachado de frente a la lumbre que enrojecía su rostro.

Miré nuevamente a mi alrededor. El techo era alto, las paredes bien talladas en madera y el piso de piedra gris. La mesita a un lado mio se veía vieja, la estufa de color negro mostraba el buen uso, el tapete con figuras tejidas que no lograba distinguir, un librero junto a la chimenea y al sillón gastado que quedaba frente a la venta amplia cubierta por una cortina blanca pero polvorienta. Una escultura de un águila junto a la puerta y el cuadro colgado en la misma pared donde estaba la entrada, eran lo único que adornaba el lugar. En la cocina solo un estante con platos, cucharas y vasos. Un pequeño refrigerador pegado a la estufa y por último, una puerta más que bien podría ser el baño.

A lo lejos, escuché el aullar de un lobo.

Regresé mi atención al hombre arrodillado que se mostraba perdido en sus pensamientos.

Seguía picando el fuego cuando, de la nada, un dolor parecido a un calambre me hicieron jadear de repente, sacándome de mis cavilaciones. El dolor se extendía por toda mi pierna hasta la cadera, me tuve que recostar mientras apretaba los dientes para no gritar.

Escuché cómo soltaba el fierro y corría hacia mi. Vi su rostro encima de mi, preocupado y asustado.

—Toma ésto —Ordenó y me dio un trozo de cuero.

Yo evitaba hacer algún movimiento, el músculo se sentía al rojo vivo y creía que todo el hueso estaba arañando el interior de mi pierna.

Me coloqué el pedazo de cuero entre los dientes y apreté fuerte. Cerré el puño y enterré la mano izquierda en mi abdomen en un intento por soportar el sufrimiento.

—Te voy a mover, necesitas tener esta pierna levantaba en la misma posición.

Oía lo que decía, comprendía, pero el excesivo y lacerante dolor me tenía inmerso entre sus garras. Apreté la mandíbula y puedo asegurar que me trague un pedazo del cuero.

El chico puso sus dos manos con cuidado en mi tobillo y la fue subiendo despacio hasta que pude percibir lo blando del colchón. Traté de respirar con regularidad mientras pensaba que la humedad que sentía era sangre, que la venda estaba empapada con mi sangre.

—Ten, tómate estas pastillas.

El hombre desconocido se sentó en la orilla de la cama a mi lado, me extendía dos píldoras blancas y un vaso con agua.

—Gracias —Contesté en un susurro, tomé las pastillas y me las eché en la boca que tenía seca.

Me sentía mojado en sudor.

—No es nada, no te preocupes. Esos calambres los tendrás de vez en cuando, por eso se paciente y procura no moverla más que lo indispensable —Agarro las cobijas que estaban a un lado de mi y me cubrió con ellas —Debes descansar. Esa pierna tardará en recuperarse.

Mi respiración seguía siendo irregular, como si acabará de regresar de un maratón.

El otro me observó en silencio menos de 1 minuto. Caminó hasta la puerta de lo que creía yo era el baño, y se metió ahí.

Me quede solo y en silencio mientras aguardaba con paciencia a que el chico regresara, tenía demasiadas preguntas por hacerle, pero no hubo señal de él. Las pastillas hicieron efecto y en menos de una hora estaba totalmente dormido.

Estaba agradecido de cierta manera, no tenía esperanza alguna cuando me arrojé al río para tener una fría y dolorosa muerte. La tormenta que me despertó venía llena del presagio ante mi sufrir.

Cuando desperté, el sol manchaba de naranja toda la estancia. Tenía adoloridas mis extremidades y la garganta la sentía inflamada.

Miré alrededor en su búsqueda, pero no hubo señal. Se escuchaba el sonido del río y el cantar de los pájaros.

Nunca espere estar a expensas de alguien al que tuviera que pedir ayuda para siquiera levantarme, así que el tener que casi gritar para llamarlo y que me auxiliara para ir al baño, me hacía sentir denigrado.

No obtuve respuesta, mi voz se oía dentro de un eco por lo ronca que la tenía. Me decidí a hacerlo por mi cuenta, podría recargarme con cuidado en las paredes e ir arrastrando la pierna rota. Quité las gruesas cobijas que me tapaban y me levanté, pararme fue lo difícil, era como si alguien tuviera un encendedor y estuviera intentando quemar mi piel.

Llegué al baño sin mas problemas y cuando terminé y me lavé la mano, apareció frente a mi el espectro de un antiguo conocido, mis ojos estaban hinchados y una larga cortada enmarcaba mi frente. Tenía un moretón morado casi negro en mi pómulo derecho y la blancura de mi piel me hacía creer que en verdad estaba muerto y lo que veía era mi fantasma que creía que estaba vivo en una cabaña pérdida en el bosque.

La puerta de la entrada se abrió chirriando, dejé de mirarme y salí con cuidado para recibir a mi anfitrión.

Su espesa cabellera estaba despeinada y sus pequeños ojos tenían el fulgor amargo de una mala noche de seguro.

Me vio salir del baño y se acercó corriendo a mi para sostenerme por la cintura y hacerme pasar mi brazo por su cuello para detenerme.

—No hagas eso, hubieras esperado a que llegara.

Me sentó con cuidado en la cama.

—Me hubiera orinado en tus sabanas, no podía esperar, además no fue tan malo. No me dolió para nada.

—Eso es por las pastillas. Toma la siguiente dosis —Me entregó la medicina y me observó tomarla —Estarás bien, sanaras rápido.

Me dio una palmada en la espalda y se alejó. Fue hasta la puerta y recogió una bolsa de tela del suelo y la llevó hasta la cocina de donde sacó un paquete envuelto en papel. Lo metió al refrigerador que pude ver mejor y que solo era una hielera, después guardo una botella de vidrio con leche y unas cuantas verduras que dejó sobre la mesa.

— ¿Hay un pueblo cerca? —Pregunté.

—No. El que hay está bastante lejos de aquí —Seguía dándome la espalda mientras hablaba.

— ¿Entonces de donde sacaste eso?

—Fui a ese pueblo, salí por la madrugada y hasta ahora estoy llegando. Es ir en pie y regresar de la misma manera.

— ¿Qué hora es?

Volteó a ver la ventana y se quedó un rato viendo.

—Yo digo que como medio día.

— ¿Tantas horas caminaste? —Era sorprendente, pensé que tal vez y hubiera caminado unos 15 km.

—12 kilómetros para ser exacto —Respondió como si leyera mi mente.

— ¿Por qué vienes tan lejos? Y no he visto a nadie mas que tu, ¿Hay más casas por aquí cerca?

Dejó de acomodar la cocina y se dirigió hasta el sillón. Se dejó caer y se acomodo casi acostándose.

Suspiró con mucho cansancio.

—No, estoy solo en este paraje. Mi cabaña es la única en 20 km a la redonda. Ya te dije, soy el guardabosques y vivo solo porque me encanta estar solo, además es un hermoso lugar para vivir tranquilo.

Me dejó callado y sin nada más que decir.

Cerró los ojos y recargó la cabeza en el respaldo.

— ¿Cómo te llamas? —Mi pregunta había sonado más fuerte con la voz ronca.

Sin abrir los ojos sonrió.

—Me llamo Kim Won Sik.

ANOCHECER (VIXX Fanfic Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora