Noches X: Amigos.

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Emma se encontraba de nuevo inconsciente bajo la tenue luz de un sol que nacía entre medio de las copas de los árboles, y bajo la frágil luz de una luna que moría entre los edificios de la sonora ciudad que poco a poco iba despertando  en la lejanía; y con la ciudad también lo hacía Emma. Esa noche a diferencia de las demás, no había bebido y fumado hasta dormirse, había tomado y fumado hasta quedarse inconsciente. Pues no sólo había recordado y asqueado su pasado, como todas las noches, sino que además había pensado y repensado en lo que había pasado el anterior día. En su conversación con Aaron. Su primera conversación por su móvil con alguien que no era David. David... Ese era el único nombre que rompía la pantalla blanca de los contactos vacía. Pero ahora también había otro nombre, Aaron. Emma sabía que lo tenía que borrar pero se le hacía difícil. Justo le había pasado lo que quería evitar, le había cogido algo de cariño a ese pesado de Aaron que siempre que se veían tenía que hablarle, tenía que sonreírle, tenía que comportarse con ella como si fueran amigos, como si le importara. Por suerte, Emma tenía el corazón gélido como una madrugada de invierno en pleno Ártico Polar, aunque quizás no tanto pues ese día se había derretido un poco. Pero aún seguía gélido, no se había conseguido derretir del todo. Además de que estaba decidida a proteger y preservar esa frivolidad pues eso era lo único que la separaba de lo que ella creía que era malo, lo que la protegía de todo lo que había metido en un único lugar. Recuerdos del pasado, dolores de cabeza, sentimientos, relaciones, todo oculto en un lugar lo más lejano posible. Y no entraba en sus planes recuperarlos.

Emma, ya una vez despierta se dirigía hacia la central de la Yakuza de nuevo, pues Yashiro la había llamado el día anterior para avisarle de que ya tenía su favor preparado. Emma conducía extasiada, no tan sólo por los restos de las sustancias psicotrópicas que aún se encontraban en su cuerpo, sino porque por fin tenía listo el favor que le había pedido a Yashiro. Habían pasado muchos días desde que se lo pidió, demasiados.

 Así que allí se encontraba Emma de nuevo, delante de la oxidada puerta que escondía uno de los secretos de la ciudad mejor ocultados, como era la localización de la Yakuza. Emma pasó al despacho de Yashiro casi al momento de haber pasado por la puerta del callejón, cosa que le encantó.

- Aquí tienes –dijo Yashiro entregándole un sobre a Emma.

Emma con una sonrisa en la cara abrió el sobre con una ansiedad tal que pudiera haber pasado por un niño abriendo los regalos en la mañana de reyes. Cuando por fin consiguió desenvolver el sobre lo alcanzó. Alcanzó lo que tanto ansiaba y amaba, lo que tanto había esperado. Alcanzó las llaves de su Mustang ya reparado.

- Gracias –dijo Emma con una sonrisa.

- De nada –contestó Yashiro con el semblante serio.

Emma ya se retiraba cuando la voz de Yashiro la detuvo.

- Espera.

Emma se dio la vuelta con curiosidad por saber qué era lo que hacía que Yashiro la demorase a la hora de probar su ya reparado Mustang.

- Necesito un favor.

- Banshee no hace favores –dijo Emma volviéndose de nuevo a punto de salir del despacho.

- Lo sé, pero se trata de mi hija, Shiina.

El cuerpo de Emma paró involuntariamente al oír el nombre de Shiina.

- ¿Qué le ha pasado? –preguntó Emma tensa.

- Nada –dijo Yashiro.

- ¿Entonces? ¿Qué quiere de mí? –preguntó Emma inclinándose sobre la mesa, acercándose a Yashiro.

- Que seas su amiga.

Emma se echó a reír involuntariamente. Primeramente por que ella no tenía amigos, ni pensaba tener jamás. Los amigos eran algo inútil para ella, inútil y doloroso. Y la segunda razón por la que se había echado a reír era porque justamente hacía tan sólo un par de horas que le había dicho a Aaron lo mismo que iba a decir en aquella sala.

NOCHES: BansheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora