Noches XVII: Sentir

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Emma volvió a su piso principal, de vuelta en casa. O bueno más bien "casa", pues pese a que allí era donde más cómoda se encontraba, no sentía que esa fuera su casa, no se sentía como en casa.

Una vez allí Emma decidió tomar una ducha pues aún tenía impregnado el olor a alcohol de esa misma noche que jamás olvidaría.

Mientras se dejaba acariciar por los delicados pero frescos chorros de agua de la ducha, no podía evitar recordar la noche anterior. No sólo la recordaba, era como si la sintiera de nuevo.
De repente una imagen le vino a la cabeza. La imagen de esos ojos azules mirándola, esos ojos que pertenecían a ese chico de tirabuzones negros que había conseguido hacerse con parte de su corazón, a Aaron. No podía sacarse la imagen de esos ojos que cuanto más te adentrabas en ellos más colores descubrías, como las pequeñas manchas color marrón que reposaban alrededor de la pupila haciendo que un simple marrón fuera de lo más especial. La imagen de sus ojos la perseguía, seguida de esa preciosa dentadura que hacía que cada vez que sonriera algo se moviera en su interior, concretamente en el estómago. Como justo lo estaba haciendo en ese momento al recordar a ese chico que tanto la había cambiado.

Emma no era consciente de que estaba pensando en él, ni de que estaba sonriendo al recordar todas las veces que él la había hecho reír. Entonces recordó cómo no, la noche anterior. Los húmedos labios de Aaron acariciando con delicadeza pero pasión al mismo tiempo sus labios. De un modo que jamás había sentido. Al querer volver a ese preciso instante rozó sus labios con sus propios dedos para darse cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba cayendo. Estaba sintiendo. Estaba sonriendo. Todo, por Aaron.

Emma derramó una lágrima que rápidamente se mezcló con sus familiares las gotas de agua provenientes de la ducha, pues por fin lo había comprendido, y no le gustaba lo que ahora sabía

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Emma derramó una lágrima que rápidamente se mezcló con sus familiares las gotas de agua provenientes de la ducha, pues por fin lo había comprendido, y no le gustaba lo que ahora sabía. Lo había estado demasiado tiempo negando y escondiendo, pero ya no podía más. "Después de todo... Después de toda la mierda..." Emma pensaba sonriendo amarga de nuevo, probando sus lágrimas saladas "¿Me tiene que gustar él? ¿Soy gilipollas? Sí, debe ser eso" Emma asestó un puñetazo a la pared que la dejó con u par de rasguños, pero ya estaba acostumbrada al dolor. "Enhorabuena Emma tras apagar tus sentimientos, tu humanidad, para protegerte, vas y te empieza a gustar alguien echando a perder todo por lo que has trabajado. Todos estos años de encierro en ti misma. Todos esos momentos de soledad que "disfrutabas". Nunca aprendes ¿eh? Por mucho que quiera estar con él..." La imagen de Aaron diciéndole que necesitaba emborracharse para atreverse a besarla hizo que su ceño se frunciera y que otra lágrima brotara pese a sentir ternura de nuevo, pues eso la dejaba en una posición difícil. "Por mucho que él diga quererme nunca será del todo cierto pues todos se van. Aunque él no parece ser como los demás... Quizás él es diferente..." Emma sintió entonces un deja vú en su mente. Esa conversación interna ya la había tenido tiempo atrás y tiempo después, por las malas, llegó a la conclusión de que lo debía haber dejado en paz. "No Emma, siempre es igual, siempre son iguales... Y aunque no lo fuera..." Su sonrisa volvía a estar presente en la mente de Emma. Esa sonrisa que con tan solo verla la humanizaba más y más, la mayor de las drogas y vicios para Emma. ¿Qué iba a hacer ahora sin su sonrisa? "Aunque no lo fuera Emma, no podríais estar juntos. Eso le pondría en peligro y si algo le llegara a pasar... Si tan sólo alguien le tocase uno de sus perfectos rizos negros..." El simple hecho de imaginarse a Aaron en manos de uno de los torturadores con los que alguna vez había tenido que lidiar la enfurecía de tal manera que pareciera que el agua fría de la ducha se evaporara en entrar en contacto con la furiosa piel de Emma. "Y es más, ¿qué diría él si supiera lo que hago? ¿Lo que he hecho? He quitado vidas, he torturado, he robado, he vivido una vida llena de pecados, de esos que ni siquiera pueden ser perdonados. De esos en los que vas directo al infierno en cometer tan sólo UNO, pero es que yo he cometido tantos... No, me asquearía. Le daría asco..." Emma cerró aún más los ojos pues lo que decía en su mente le dolía, y era un dolor al que no estaba acostumbrada. Un dolor peor al físico de rasguños, quemaduras, y torturas. Era un dolor que hacía tanto que no sentía... Un dolor que la hacía sentir viva por primera vez desde hacía mucho tiempo, a la vez que provocaba que una parte más de ella se sumara a la muerte que llevaba en su interior. Le dolía demasiado la idea de tener que dejar todo lo que la hacía sentir bien por primera vez en tanto tiempo. Él la había cambiado, le había hecho sentir viva, le había hecho pensar que quizás la vida sí que merecía algo la pena. Al menos sí a su lado. "Pero qué más da ya... Joder Emma, llevas años viviendo en tu oscura mente, sola. Puedes seguir haciéndolo" Pero no era tan fácil cuando habías visto lo que era la luz, cuando lo habías visto a él.

NOCHES: BansheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora