Noches LVIII: Melissa Higgins

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Ahora que todo el despacho estaba iluminado ambos estaban asombrado ante tal despacho. Era enorme, más que que el piso de Aaron. Tenía las paredes de madera clarita, en un lado tenía una pecera incrustada en ella, y en otro una pantalla entome apagada. Al fondo unos cristales tintados que ocupaban toda la pared, como la ventana de la habitación del piso de Emma. En frente de esta cristalera una mesa larguísima con tan sólo un ordenador Mac a un lado y una plantita en otro. En mitad de el despacho había dos sofás de estos modernos que son preciosos pero incómodos, de color rojo, con una alfombra de pelo que los separaba de color blanco, como los colores de la empresa: rojo y blanco. En cada esquina de la habitación también, tenía o bien una planta, o bien una escultura que la decorase.

Emma se sentó en la silla del escritorio y mostrándose cómoda y pequeña en esa silla, cogió su gorra que le hacía conjunto con su color de pelo y la tiró por ahí. Hayden la miraba sonriente de que todo hubiera salido bien, y más tarde desvió su atención al acuario y sus peces coloridos.

- Eh sí, hay una cucharita y un vaso –sonó una voz robótica del walkie de Hayden, ambos se miraron, y él se acercó a ella para que los dos pudieran escuchar bien –No, no sé. No entiendo por qué debería estar esto aquí...

Hubo una pausa de silencio tenso, en que la espera se hizo eterna.

- Entendido –volvió el hombre –Haremos un registro por las plantas, avise a los de arriba –y la llamada se cortó.

- Esa es nuestra llamada –dijo ella sonriente, totalmente apoltronada en la silla.

Hayden sacó su pistola silenciada y se puso al lado de la puerta, como el guardia que su uniforme representaba, y apagó las luces de nuevo. Mientras, Emma se daba la vuelta, en la silla, mirando la ciudad desde el ángulo opuesto a su piso, preguntándose brevemente qué estaría haciendo y dónde estaría Aaron. Rápidamente sacudió su cabeza no queriendo echar a perder lo bien que les estaba yendo todo y sonrió ante esto último.

Entonces, como lo habían planeado, la puerta se abrió y con ella la luz, enseguida la puerta se cerró tras esa persona que paró en seco al ver algo que no cuadraba. La mochila que perfectamente Emma había colocado para que fuera lo primero que viera al entrar.

Dramáticamente Emma se dio la vuelta mostrándose ante Melissa.

- No tienes autorización para estar aquí –dijo ella no entendiendo.

Emma volvió a sonreír e hizo unb ademán con la cabeza hacia Hayden que estaba tras Melissa al haber sido completamente obviado. Parker la apuntaba con la pistola y Melissa enseguida entendió que era todo eso.

- ¿En serio? No sé quién te ha pagado, ni qué tipo de suerte has debido tener para entrar aquí, niña, pero no tengo lo que buscáis. Perdéis el tiempo.

Emma suspiró levantándose bruscamente:

- Bueno, ni tengo tiempo, ni me gusta jugar a ser drámatica –se acercó a ella y cogiendo su pistola le señaló a uno de lo sillones que tenía ahí.

Ella obediente, sabiendo que no le quedaba otra se sentó cruzándose de piernas totalmente tranquila.

- Sabes lo que queremos, así que simplemente dinos qué hiciste con ello.

- Ese charlatán de Alfred, seguro que fue él. Bueno, que en paz descansen, no creo que les dejaséis libres – dijo ell en tolo chulesco.

- Emma no tenemos tiempo –le dijo Hayden a la oreja a Emma.

Melissa sonrió sabiendo que tarde o temparano vendrían, y sabía que sería más temprano que tarde.

Emma le hizo un gesto a Hayden y él sacó la cinta americana que usó para más adelante atar a Melissa, la cuál rodaba los ojos confiada.

NOCHES: BansheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora