Noches LXV: Enemigos

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En un lado de la ciudad, en un pequeño pero acogedor apartamento, se encontraba una tierna pareja. El chico moreno de tirabuzones negros, llamado Aaron, cocinaba una deliciosa comida mientras de tanto en cuando llenaba de besos a su preciosa novia de ojos verdes. A veces mordiéndole el cuello, otras las mejillas, dejándolas más rosadas de lo que las solía tener, y otras simplemente abrazándola por detrás, enterrando su cabeza en su precioso cabello. Ambos dándole las gracias a Dios, al Universo, al Destino, o a quién fuera por haberse conocido. Y entre besos, mordidas, y cocina, hablaban sobre unas posibles vacaciones, ambos entusiasmados por pasar un tiempo lejos de todo, ellos dos solos.

Por otro lado, en otro lado de la ciudad, una reunión tenía lugar en un edificio algo cochambroso, justo donde menos esperarías encontrar hombres trajeados y bien aseados. Sin embargo, ahí se encontraban, reunidos con un hombre cuya avaricia y ambición eran de todo menos sanas.

Sin embargo, la puerta estaba cerrada, nadie excepto esos 6 hombres podía entrar en esa reunión. No obstante, las paredes decaídas, y las puertas podridas de ese edificio no hacían de ese apartamento un habitaje a prueba de sonido, haciendo que un pequeño joven con una cicatriz de lado a lado de la cabeza pudiera captar alguna que otra cosa. Lo suficiente como para saber que ya era hora de devolver un favor.

Ya acabada la comida, ya acabada la reunión, y ya casi acabado el día, un joven rubio inglés recorría la ciudad en su coche, preoucpado, y pensando posibles situaciones a lo que se podía encontrar.

Hayden apretaba el volante cada vez que pillaba un semáforo en rojo, deseando cuanto antes llegar hasta Blanco, para saber por qué le había llamado, y así acabar con esa incertidumbre y estrés.

Finalmente lo hizo, y llegó a un edifició de ladrillos granate oscuro, no sabía si por el color, o debido a la porquería y años que debían haber pasado por ese edificio.

Entró en el portal, en el cual dos grandes hombres con pintas hispanoamericanas le esperaban con una mirada acusatoria. Sin embargo, Hayden no se dejó asustar y con su mirada prepotente que había aprendido de Emma, pasó por su lado como si nada hasta el final del pasillo. Allí, entró por una puerta de un apartamento de ese bloque que el cártel de Ismael Blanco usaba como nueva base, y en aquel pequeño, polvoriento, y totalmente destartalado piso, le esperaba el joven ayudante de Blanco.

- El señor Blanco quería verme –dijo Hayden en un leve tono de pregunta.

El chico asintió y se desplazó tras Hayden para cerrar la puerta tras ellos y así darles un poco más de privacidad.

- Así es –decía el joven volviendo a mirarle con una expresión indescifrable –Blanco quiere que le diga, que ya no necesita más sus servicios.

Hayden fue a decir algo, pero no sabía el qué. ¿Qué ya no necesitaba más sus servicios? Le necesitba apara matar a Banshee, a Emma.

- ¿No? –consiguió decir con un claro tono y expresión de desconcierto –Me necesita para matar a Banshee, soy el único. Dile que tengo que hablar con él, personalmente.

El chico negó, haciendo que Hayden tensara la mandíbula, metiéndose en los nerviós del británico.

- El señor Blanco ya no le necesita para matarla. Pero se puede quedar con el dinero que hasta ahora le hemos dado –le decía el joven chico.

Hayden torció la cabeza mientras ponía una de sus manos en su cintura.

- ¿Y entonces? ¿Se olvida de matar a Banshee? –preguntó esperanzado Hayden.

El ayudante lo pensó por unos segundos, pero acabó respondiendo con una negación, haciendo que Hayden se llevara la mano que no tenía en su cadera a su pelo, tirándose el tupé hacia atrás.

NOCHES: BansheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora