La broma de Black

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Esa noche sería la definitiva, esa noche averiguaría lo que esa panda de Gryffindor hacía cada mes en noche de luna llena.

Las primeras sospechas de Severus fueron algo descabelladas y se centraron en Remus Lupin sobre todo, pues él fue el primero que comenzó a desaparecer siempre en noches de luna llena, y los dos días anteriores a esa noche y los dos días posteriores el comportamiento del chico era extraño... En el raro caso de que Lupin se dejara ver, pues normalmente, esos dos días anteriores y posteriores a la luna llena los pasaba en su habitación... "enfermo". Pero Severus era avispado, muy listo, y potencialmente peligroso cuando algo se le metía entre ceja y ceja. En tercero relacionó los síntomas que sufría Lupin a una enfermedad muy particular, al leer un apartado en su libro de Defensa Contra las Artes Oscuras dedicado a los Hombres Lobo. Fue entonces cuando puso toda su atención a ese extraño grupo de amigos conformado por el brillante (arrogante, presuntuoso, vago, gilipollas sin remedio, abusón desmedido, pedante hasta rayar la saciedad...) buscador de Gryffindor, James Potter; su inseparable apéndice (tan capullo como el anteriormente nombrado), Sirius Black; la mascota lame culos de estos otros dos, Peter Pettigrew; y por último, Remus Lupin, quien lo intrigaba por destacar demasiado en ese peculiar grupo. Remus... Siempre callado, solitario aunque estuviera rodeado de los demás, midiendo cada palabra y cada gesto milimétricamente, perpetuamente cansado y fatigado... Hombre lobo. Pero todos comenzaron a desaparecer en noche de luna llena y la teoría de Severus se fue a la mierda, literalmente, pues ninguno de los otros tenía síntomas similares a los descritos (y que se reflejaban en Lupin) en el libro.

Sus elucubraciones llegaron a su fin cuando al mirar por la ventana observó como el sol se ponía para cederle las siguientes horas a la noche. La luna alcanzaría su cenit en poco más de una hora, los prefectos harían su ronda en breve, lo que significaba que si quería salir del castillo sin ser descubierto tenía que hacerlo ahora para evitar a cualquier profesor o prefecto.

Mientras subía por las escaleras hasta el vestíbulo escuchó murmullos y risitas procedentes de éste, sin duda alguna eran ellos. Severus se pegó cuanto pudo a la pared de piedra de las escaleras, aunque desde el vestíbulo, ellos no podían verlo, pero era mejor prevenir. Asomó un poco la cabeza y allí los vio, cruzando el umbral hasta los jardines, pero solo eran Potter, Black y Lupin, ¿dónde habrían dejado al gordo de Pettigrew? Estudiando no, desde luego, Severus tenía la convicción de que ese pequeño y seboso despojo de mago no había cogido un libro de texto en sus dieciséis años, aún le intrigaba, le asombraba y le horrorizaba que no hubiese repetido ningún curso.

En cuanto Potter y compañía se perdió de la vista, Severus salió de su escondite dispuesto a seguirlos desde una distancia prudencial, en la que varías veces perdió su pista, y aprovechando cualquier arbusto o árbol en el camino tomó el mismo sendero que los chicos hasta llegar al Sauce Boxeador, pero para su sorpresa, cuando los alcanzó Lupin ya había desaparecido. Solo quedaban los dos imbéciles de Potter y Black charlando frente al milenario árbol que intentaba desesperado alcanzarlos con sus ramas.

Buscó con la mirada, intentando encontrar en la penumbra a Lupin, pero el muchacho se había esfumado. Y mientras, Potter y Black reían sin disimulo observando un desgastando pergamino que alumbraban con la punta de sus varitas. ¿Qué mierda les parecía tan gracioso?

Desde su escondite tras un seto, Severus no podía salir sin ser visto por los otros dos, aunque tenía la extraña sensación de que ellos ya sabían que él andaba cerca... No había nada peor para él que esa risa que escuchaba, siempre la escuchaba cuando Potter y Black se proponían algo en su contra o se burlaban de él.

Fuera como fuese, aunque Lupin se hubiera evaporado en el aire aún le quedaban esos dos para saber qué se proponían o tramaban durante esa noche, pero una vez más sus esperanzas de descubrir qué escondían se vieron truncadas:

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